En estos días he leído Por qué nos creemos los cuentos. Cómo se construye la evidencia en la ficción, un ensayo de Pablo Maurette publicado por Clave Intelectual en su colección "Urgentes".
El libro, de apenas 150 páginas, es un ensayo que reflexiona sobre la obra de arte (no sólo narrativa) y su relación con el público. El arte no como imitación de la realidad sino como otra forma de realidad que se compenetra con el público de manera que este sea, a un mismo tiempo, público (con los pies en la tierra, en esta tierra) y testigo (de un hecho real que sucede en ese momento en ese otro plano de realidad). De esta manera, cuando uno cuenta y el público escucha no se establece un pacto de ficción entre el narrador y el público, ni se suspende la credulidad del público, se trata de entrar en esa otra realidad (que vemos, que es palpable, ¡que es real!) y que forma parte de nuestra cotidianeidad. Para ello entran en juego cuestiones como la evidencia y la perspicacia, ambos términos con raíces provenientes del verbo "ver" y que, por tanto, indagan en la claridad y en la capacidad de "mostrar" de la obra de arte. Al hilo de esto Maurette habla también de la importancia de la materia y el estilo (el contenido y la forma), que, por traerlo a mi terreno, en los cuentos contados resulta fundamental: el cuento y la voz propia del cuentista. Para conseguir esa compenetración entre el cuento contado y el público-testigo hace años que en nuestro colectivo hablamos de esto mismo: una buena historia (cuento) bien contada (voz propia). Nada más sencillo. Nada más difícil.
El libro está lleno de reflexiones, argumentos y valiosísimas referencias sobre el que se va edificando (textos clásicos de oratoria, citas y reflexiones de filósofos que han indagado sobre estas cuestiones, etc.) y cuenta además con dos extensos y esclarecedores ejemplos comentados (el cuento de Cortázar "Continuidad de los parques" y la película de Tarantino Érase una vez en Hollywood).
Como os podéis imaginar tengo mi ejemplar muy marcado y lleno de notas. Es un libro que no he podido leer en la playa porque necesitaba estar bien sentado y con lápiz en mano para poder ir subrayando y anotando reflexiones al hilo de lo leído, así que he tardado unos pocos días en zampármelo. Pero ha merecido la pena, es un libro que he disfrutado a pequeños sorbos, saboreando y pensando lo leído.
Un libro muy interesante y recomendable.
Saludos