[se pregunta el autor sobre cómo conseguiría Heródoto tanta información para su libro, Historia, y dice:] "La gente se reúne alrededor del fuego para contar historias. Más tarde se llamarán mitos y leyendas, pero en el momento en que se cuentan y se escucha, todo el mundo cree que son purísima verdad, la realidad más real.
Escuchan atentos, el fuego crepita, alguien echa más leña, la luz y el calor de las llamas avivan el pensamiento, despiertan la imaginación. Esas reuniones en que se narran historias son casi inconcebibles sin un fuego ardiendo en las proximidades o sin que la luz de una vela o de una lamparilla disipe la oscuridad de una casa. La luz del fuego atrae y compacta el grupo, libera sus mejores energías. La llama y la comunidad. La llama y la historia. La llama y la memoria. Heráclito, anterior a Heródoto, consideraba el fuego protocomienzo de la materia toda, la primera sustancia: todo, decía, igual que el fuego, está en perpetuo movimiento, todo se apaga para luego volver a arder. Todo fluye, pero al fluir se transforma. Lo mismo sucede con la memoria. Unas imágenes se apagan y en su lugar aparecen otras. Sólo que esas nuevas imágenes no son idénticas a las anteriores, son diferentes: igual que uno no se puede bañar dos veces en el mismo río, tampoco es posible que una nueva imagen sea exactamente la misma que la anterior." (pp. 91 y 92)
Y sigue hablando de la memoria, la palabra y el fuego. Una trinidad en verdad santísima.
Me recuerda, salvando las distancias, a un viejo post que escribí hace dos o tres años, aquí.
Saludos
No hay comentarios:
Publicar un comentario