Traigo hoy a TierraOral un texto que escribí el 24 de febrero de 2008 para el blog que escribía por aquel entonces en el desaparecido ElDecano.es. Uno más de los textos Rescatados.
A PROPÓSITO DE HARRY POTTER
El jueves 21 salió a la venta la última entrega de Harry Potter. Voy a aprovechar la ocasión para hablar de este tipo de libros ya que algunas veces me encuentro con gente que me pregunta mi opinión sobre esta saga.
He pasado más de diez años en la universidad y cuatro de ellos trabajando en la edición crítica de las obras completas de Borges. Jorge Luis Borges es uno de los mejores escritores del siglo XX y, sin duda, uno de mis autores favoritos. Igual que me sucede con Borges disfruto leyendo a Cortázar, a Saramago, a García Márquez, a Augusto Monterroso, a Paul Auster, a Kafka, a Cervantes... por hablar sólo de algunos autores consagrados en el ámbito de la prosa.
Se supone que soy un lector con un cierto criterio, y digo que se supone porque algo debe fallar: resulta que también me encanta leer libros del estilo de Harry Potter. Es más, llevaba una semana preguntando a mi librero de cabecera si tenía ya el último de JK Rowling en el almacén para escamotearle alguno.
En realidad, más que ser un lector crítico, lo que yo me considero es un lector sin prejuicios. Por eso cuando un amigo me dijo: tienes que leer Los pilares de la Tierra, te va a encantar, sabiendo que se trataba del típico best seller, me puse con ello. Sin prejuicios. Y me enganchó. Qué quieren que les diga: me gusta leer a Lorca, y a los Machado, y a San Juan de la Cruz. Pero disfruto también con Memorias de Idhún de Laura Gallego Díaz. (Y que conste que hoy no quiero hablar de literatura juvenil versus literatura de adultos, ese tema lo tocaré otro día).
Hace un par de años leí un artículo sobre los libros de JK Rowling (lamentablemente no puedo darles la referencia), hablaba de ese tipo de libros como de hamburguesas. Defendía la teoría de que una hamburguesa de vez en cuando pues también es un gusto. El problema es comer hamburguesas todos los días. Y en parte estoy de acuerdo con eso. Yo no siempre tomo buen vino para comer, hay días que me apetece una cocacola y, si puedo, me la bebo.
Pero no creo que se trate de justificar que se lee ese tipo de libros como cuando se come una hamburguesa o se bebe una cocacola. Yo pienso que en realidad a los seres humanos nos fascinan las historias (aquí me sale la vena cuentista), y hay historias muy bien contadas (con mejor o peor estilo) y muy bien armadas (es el caso de Harry Potter, los siete volúmenes están sorprendentemente bien encajados) que además nos tocan la superficie de la piel. Quizás no sean textos de gran hondura, quizás no haya que estar muy preparado como lector para adentrarse en sus páginas. Quizás. ¿Pero es que esto es un problema?
Personalmente, como lector, tengo días.
Hay días que me apetece poesía, otros necesito cuentos (hay tantos autores maravillosos: K. Mansfield, Chejov, R. Carver...), a veces no hago más que devorar cuentos tradicionales, otros días necesito clásicos (Homero y Ovidio son mis favoritos), en ocasiones necesito literatura que me dé caña: de esos libros que te exigen mucho para darte más (es el momento de Borges, por ejemplo), pero también tengo temporadas que necesito un libro bien gordo con una trama bien armada y unos personajes bien diseñados para entretenerme sin más. Y cuanto más gordo, mejor, y si además en vez de un volumen son tres, o cuatro, o siete, mejor. Porque son pocos los libros que me quitan el sueño y me tienen hasta las cuatro de la mañana leyendo a todo trapo y lamentando ver que el final se acerca lenta pero inexorablemente.
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