Una de mis lecturas de este pasado mes de agosto (en el que he andado algo perezoso con el blog, todo sea dicho), ha sido Oliver Twist, de Charles Dickens, traducido por Pollux Hernúñez, con ilustraciones de George Cruikshank y publicado por Anaya en su colección Tus Libros.
En alguna ocasión he dicho que había leído muy poco de este autor y, queriendo saldar esta deuda, metí este libro en mi maleta de verano.
La historia es bien conocida, un niño pobre, criado en un asilo acaba enredado entre lo peor de la mala gente en Londres. Consigue escapar y acaba acogido por una familia que, a la postre, se descubre que es su propia familia. Al final el Bien triunfa y el Mal sucumbe.
El libro fue publicado por entregas mediante folletines semanales, cada uno con una ilustración de George Cruikshank, y fue importante porque se trata de uno de las primeras novelas de realismo social de la historia: en la que los malos eran en verdad malos (y no resultaban atractivos al lector) y había una crítica social ante una situación insostenible (pobreza, trabajo infantil, hipocresía ante esto, etc.).
Personalmente creo que el libro ha envejecido mal: el narrador a veces resulta pesado (¿acaso aquí la traducción tenga también algo de culpa?), la trama inverosímil (demasiados azares beneficiosos, demasiadas revueltas casuales necesarias) y, especialmente, los personajes, increíbles (no puedo creerme a Monks, ni a los buenos -cuánta miel-, ni a Nancy volviendo a su casa... quizás sí puedo creerme a los malos regodeándose en su maldad). Sucede así que en muchas (de verdad muchas) ocasiones no me he creído el libro: ni lo que pasaba ni cómo era contado. Tampoco las críticas del narrador teñidas de humor me han convencido (como la que atañe al matrimonio "porroquial"). Ni me he creído el desenlace (ese Monks accediendo a todo sin más, ese final peliculero de Silke, ). Ni, por supuesto, me he podido tragar la moralina final: el Bien triunfa y el Mal sucumbe...
A ratos me recordaba a El Lazarillo (pero menos divertido y más pesado), a ratos a las novelas griegas de la última época clásica (con sus tramas tan enrevesadas e inverosímiles, e igualmente pesadas), a ratos una novela de peripecias (en el estricto sentido aristotélico) para llegar al desenlace último que resolvía todas las dudas sobre el origen del personaje (anagnórisis).
Un libro importante en su contexto pero que, pienso, ha envejecido mal.
En fin, una lectura que tenía pendiente y que ya he hecho, pero que, insisto, no me ha resultado especialmente entretenida.
Saludos
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