De aquel paseo me traje unos cuantos libros estupendos, y entre ellos el que os voy a comentar hoy. Se trata de El niño y el aeroplano, de Mark Pett, publicado por Gata Gorda Ediciones.
Las ilustraciones limpias y delicadas sostienen toda la historia (no hay texto) que es, también, una historia limpia (muy clara en lo que cuenta y en como lo cuenta) y delicada (sutil, llena de detalles hermosos), en la que se nos habla de la infancia (la ilusión, el juego, el brillo de los días...), de la paciencia y del inexorable paso del tiempo. Pero los planos de interpretación pueden ser múltiples, pues esa entrega final (esa última lámina que no he de desvelar) nos muestra acaso la herencia que los niños reciben de los viejos: ese disfrute por las mismas cosas sencillas, felices. Esa herencia quizás hoy cortocircuitada por estos tiempos de pantalla y prisa.
Quizás la felicidad era eso: un niño, un juguete, un árbol, y el tiempo generoso de los días para jugar.
Un libro bellísimo y muy sugerente. Uno de esos libros que uno no se cansa de mirar y volver a mirar para descubrir, en cada paseo por sus páginas, un nuevo detalle que aporta hondura a la historia.
Con una propuesta bien distinta este libro me ha hecho recordar a otros dos cuentos deliciosos: Un gato en el árbol, de Pablo Albo, en OQO, y Atrapados, de Oliver Jeffers, en FCE.
En suma, un libro álbum delicioso que os recomiendo. Ojalá esté pronto por nuestras librerías.
Saludos
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