Por fin he podido leer con calma La España vacía. Viaje por un país que nunca fue, un libro escrito por Sergio del Molino y publicado por la editorial Turner Noema. El libro, publicado en abril de 2016, ha tenido una excelente acogida entre lectores (en octubre de 2017 iba por la undécima reimpresión) y críticos: hay muchas excelentes reseñas de este libro (por ejemplo esta de Antonio Muñoz Molina en Babelia; o esta de Andrés Barba en ElCultural; o esta de Fernando R. de la Flor en ABC Cultural) y también alguna crítica negativa (como esta de Jesús Cuadrado en CuartoPoder).
He disfrutado mucho del libro: de lo que cuenta y de cómo lo cuenta. Me gusta mucho la mirada que tiene este autor (al que sigo desde hace años en prensa y en redes sociales), una mirada que a veces me descoloca y me obliga a replantearme cuestiones que daba por claras (esto es para mí siempre resulta muy valioso) y que otras veces confirma argumentos en los que yo mismo ando enredado.
Este libro es un paseo por la historia y el paisaje de este país que, al menos, son dos países (la España rural y la España de las ciudades), y también es la tentación de un relato que tienda y consolide puentes entre ambas Españas.
El tema, como os podéis imaginar, me ha interesado mucho, y no sólo como habitante de estas Españas, sino como autor y narrador. De hecho en las últimas páginas del ensayo hay un buen puñado de referencias a músicos, cantantes, poetas, escritores... que articulan ficciones que plantean miradas nuevas sobre esa España vacía y una nueva relación entre ambas Españas. Soy consciente de que, como autor, tengo muchos libros que se mueven por esos derroteros (sin ir más lejos el último de los que tengo publicados: Los días pequeños), pero sobre todo soy consciente de que en los últimos años en mi trabajo como narrador oral transito también propuestas similares, y no soy el único, somos muchos los cuentistas profesionales (recordemos: oficio que nace en la década de los 80 básicamente en ciudades, por eso hay estudiosos que nos llaman narradores urbanos) que hemos vuelto la mirada a los textos de la tradición oral y hemos los habilitado para que, de nuevo, esa palabra vieja, ancestral, vuelva a ser también palabra dicha. En este sentido es interesante recordar que en 2011, cuando pregunté a unos 70 cuentistas cuántos cuentos tradicionales tenían en su repertorio apenas unos pocos contestaron que alguno o varios. Hoy en día mi percepción es muy distinta, en estos años quienes disfrutamos escuchando cuentos hemos sentido un redescubrimiento de estos textos de la tradición por parte de los profesionales, por eso me atrevo a decir que la mayoría de los cuentistas profesionales en la actualidad tengan varios cuentos tradicionales en su repertorio, cuentos que se contaron y que, afortunadamente, vuelven a contarse.
En fin, y volviendo al libro, en verdad ha sido una lectura apasionante y muy interesante (¡y enganchosa!). Sí, se trata de un libro que me ha encantado y que os recomiendo encarecidamente.
Saludos
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