Una de mis lecturas apasionantes de estos días de verano ha sido Un puente de libros infantiles, de Jella Lepman, publicado en la editorial Creotz. El libro está traducido por Augusto Gely, y cuenta, además, con la conferencia que impartió el filósofo Ortega y Gasset en Múnich, en 1951, en el congreso que dio lugar al nacimiento de la IBBY.
El libro fue recomendado por varios de los participantes en la cuarta edición del Seminario de Literatura Infantil de La Puebla de Alfindén y era una de mis lecturas prioritarias para los días de descanso. Y qué queréis que os diga, ha sido una fiesta.
Un puente de libros infantiles es un relato autobiográfico en el que Jella Lepman cuenta cómo nació la Biblioteca Internacional de la Juventud, cuáles eran sus objetivos, cuáles fueron las trabas, dificultades y, también, ayudas que fueron apareciendo a lo largo de tan arduo camino. Es un relato muy emocionante que va creciendo como un río y que te lleva de viaje a un momento muy difícil y complejo, el final de la Segunda Guerra Mundial y la necesidad de que las nuevas generaciones alemanas tengan una oportunidad. Jella no hace más que pensar en los niños y las niñas, en lo que han vivido (inimaginable para nosotros) y en lo necesario que es que puedan ampliar experiencias y habilitar nuevos caminos para crecer. Para ello los libros LIJ se convierten en los primeros mensajeros de la paz, en las primeras semillas que esperan crear un nuevo paisaje.
Jella Lepman es una mujer trabajadora, incansable, con las ideas muy claras, cuyo legado es, sencillamente, deslumbrante. No sólo por entender el valor de los libros y la literatura como puentes para acercar culturas, para acercar a las personas, sino por lograr poner en marcha un proyecto que articula estos principios a nivel mundial y por hacerlo a pesar de las dificultades (que eran enormes), tiene un mérito que, yo no sé, si esto no ha merecido el Nobel de la Paz, no sé qué podría merecerlo.
El libro además tiene algunas citas de narración oral que, como es habitual, no puedo dejar escapar:
"Para encontrarme con los primeros pequeños tuve que esperar a visitar la Biblioteca Pública de San Luis, donde una encantadora bibliotecaria de color, sentada entre encantadores niños de color, les contaba el cuento de Blancanieves. Me senté en un banco junto a una de las pequeñas y le pedí que me dibujara al personaje. Sin dudarlo un instante, pintó una Blancanieves tan negra como el ébano." (p. 127)
"En nuestra sala de libros infantiles, la iniciativa con mayor éxito fue "La hora de los cuentos". Nada nuevo bajo el sol; el antiguo arte de contar historias [en las bibliotecas] había viajado de Europa a América y ahora volvía a travesar el Atlántico en sentido inverso. Ningún televisor, por muy avanzado que fuera, podría reemplazar nunca el lazo mágico de un cuento entre el niño y su narrador." (p. 155)
"En un momento dado, vi un grupo de gente en una plaza, y a un hombre de cierta edad que avanzaba hasta el centro y empezaba a perorar gesticulando. ¿Sería propaganda política? Pero no; era un contador de historias que aprovechaba la ocasión. Le escuché complacida, aun sin entenderlo." (p. 215)
Un libro maravilloso que os recomiendo. Un libro que es un abrazo.
Saludos