domingo, 2 de septiembre de 2018

Crónicas colombianas (I)

El pasado 2 de agosto partía para Colombia donde iba a pasar unas cuantas semanas trabajando. Aquí van unas breves notas a modo de crónica de este viaje que me ha permitido conocer lugares relacionados con la palabra dicha en este país de América y narradores y narradoras estupendos del otro lado del charco.


Nada más llegar a Bogotá hice parada en casa de Carolina Rueda. Siempre es una fiesta reencontrarte con amigas queridas, pero lo es más cuando estás a tantos miles de kilómetros de casa. Carolina se encargó de darme a probar las primeras arepas que comí (deliciosas, por cierto) y de darme algo más de información sobre el país y el mundo de la cuentería en Colombia.


Desde Bogotá fui a Medellín para participar en la décimo octava edición del Festival Entre Cuentos y Flores, allí conocí a la gente de Vivapalabra con Jota Villaza y Luz Marina a la cabeza, y coincidí con otro narrador español, Félix Albo (y, fuera de programa, con Paula Carballeira y Mar del Rey), qué bien; también conocí a otros compañeros como Rodolfo González (Costa Rica), Beatriz Falero (México), Edgar Ojeda (Venezuela), Leyris Guerrero (Cuba), Romer Peña (Venezuela) y a varios narradores colombianos (Mauricio Linares, Elisa Palacio, William Morón, Jaime de Ávila, Richard Mora, etc.); por cierto, me encantó reencontrarme con Darwin Caballero y compartir con él varias funciones de cuentos, y con María Teresa Agudelo, Karla Sepúlveda y Aldo Méndez.


En los festivales aprendo mucho viendo el trabajo de los compañeros y conversando con ellos sobre narración. Recuerdo un par de noches memorables con Beatriz, Édgar, Rodolfo y Leyris hablando sobre cuentos contados y escena en el hall del hotel mientras dejábamos pasar el tiempo. También disfruto mucho de la convivencia con otros colegas y con el equipo de producción (en verdad el de Vivapalabra es mucho y fabuloso, mil gracias, de corazón).


En el Festival Entre Cuentos y Flores nos miman: hay un día reservado para dar un paseo por la ciudad y hacer un poco de turismo (el Festival de las Flores, el Museo Botero, el pueblito paisa, etc.) y otro día para disfrutar del teatro y de la cultura paisa. Qué regalo.


Me llevo además en el recuerdo varios momentos contando que fueron especialmente emocionantes: mi noche de gala con las trescientas butacas del teatro casi llenas, la Narratón inaugural en el Lido con más de mil personas disfrutando de los cuentos, la función en Vivapalabra con chavales preuniversitarios, las funciones con Darwin, etc. Y me traigo también mi ruana y mi "paisaporte", que es también muy emocionante.


El festival duró diez días, así pues el lunes 13 de agosto volé de nuevo a Bogotá donde comenzaba la segunda parte de este viaje. Pero eso es material para una nueva crónica.
Saludos

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