Un pequeño ratón que vive en un entorno privilegiado es sorprendido durante un pícnic por un vendaval que lo arrastra hasta una isla desierta de la que no resulta nada fácil salir.
La historia está tan bien contada, resulta tan verosímil, es tan hermosa (y dura y poderosa) que uno entra en las páginas de este libro y no puede escapar hasta llegar al final. Este animoso roedor Robinson se enfrenta a la vida en soledad, a las dificultades del invierno, a los depredadores naturales de los ratones, a la infranqueable barrera de la corriente de agua... con ánimo (y también con desesperación en ocasiones). Me ha encantado la evolución del protagonista, cómo logra adaptarse, cómo se va desprendiendo de algunas cosas, cómo va encontrando otras distintas y, también, cómo permanecen en él, con firmeza, otras. He disfrutado también mucho de cómo está contado, de la sencillez y riqueza de su historia, de la trama (insisto: sencilla y, al mismo tiempo, honda), de los personajes que aparecen y de la resolución de la historia. En fin, sí, como podéis sospechar este libro me ha encantado.
La isla de Abel es una lectura que os recomiendo encarecidamente.
Saludos
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