viernes, 21 de noviembre de 2025

El año que hablamos con el mar

Este mes de noviembre estoy dedicándolo a escribir, estudiar, leer y terminar un libro (una compilación de cuentos) en el que ando enredado desde hace casi tres años. Y en los ratitos de descanso de todas estas tareas me regalo lecturas de las buenas. Hoy terminé de leer El año que hablamos con el mar, una novela del querido y admirado Andrés Montero publicada en 2024 en su sello habitual en Chile: La Pollera.


Este libro nos cuenta la historia (o más bien) las historias de la familia Garcés y, más concretamente, de sus dos (o tres) últimos descendientes, Jaime y Jerónimo. Pero, además de las historias, nos habla del hecho de contar las historias (del cómo las cuentan los personajes, de cuándo, de la necesidad del contar y del escuchar), sí, hay una presencia continua de los momentos del contar, así como una llovizna menuda sobre ideas y reflexiones acerca de la narración oral de historias. No en vano Andrés es, además de escritor, narrador oral. Pero lo que me resulta más fascinante (como lector) es que esto sucede de manera callada, sin entorpecer el curso de la historia, sino más bien al contrario, da cauce y vuelo a la narración principal del libro. 
Es más, que aparezcan reflexiones del ensayo El narrador de Walter Benjamin y que nos ayuden a entender el corazón de la historia –a veces de una manera evidente, como cuando se nos explicita que un hermano es "narrador campesino" y el otro hermano es "narrador marinero" (p. 149); a veces de manera más soterrada, como en el momento en el que se habla de la narración como el alfarero que deja la huella en su obra (pp. 91-92)–, es, sencillamente, deslumbrante.
Pero además de todo esto el libro cuenta una historia, una suma de historias, salpicadas de motivos tradicionales (como el pacto con el diablo), de elementos mágicos (como la campana de oro), de metáforas andantes (como la taberna-barco) y de símbolos con gran espesor (como el cementerio sin cuerpos o el tapiz-mapa). Y, para más inri, una historia contada con un estilo rico y ameno. Es que el libro se lee en un suspiro. 
Tal vez sea porque el autor (y sus personajes) tenían claro que "tener algo que contar no es lo mismo que tener algo que decir." (p. 27).
En fin, un libro delicioso, una lectura que recomiendo. 
En realidad es un autor que recomiendo siempre (en este mismo blog: La muerte viene estilando; Tony Ninguno; Por qué contar cuentos en el siglo XXI), no dejéis de leerlo.
Y para terminar, una cita: "Era bonito contarnos una historia, pero advertíamos que nos iba a dejar un vacío cuando se acabara." (p. 129)

sábado, 15 de noviembre de 2025

El filandón

El filandón, tal como viene definido en el DRAE, es una "reunión vecinal, invernal y nocturna, en la que las mujeres hilaban y los hombres hacían trabajos manuales, mientras se contaban historias". Como os podéis imaginar esto es algo que se hacía en muchos lugares del mundo, pero la particularidad del filandón es que aquí recibió un nombre (qué importante es nombrar las cosas). 

Fotografía de Fritz Krüger

En el CELe, concretamente en este enlace, además de la definición vienen referenciadas muchas veces en las que el término o sinónimos como hilorio, hiladero, filandare, fiadeiro... aparecen recogidos. Es bien interesante y nos da la medida de la popularidad y extensión de estas reuniones (en León, Asturias, Galicia, Zamora, Palencia, Cantabria...).

En el  blog Hablar y decir se define y se hace una breve (pero creo que completa) trayectoria del filandón, concretamente en este enlace. Parece ser que si la reunión se hacía antes de la cena entonces se llamaba "calecho" (a estas tertulias de la tarde también se las llamaba "serano" en otros lugares), y si se hacía después de cenar: "filandón". 

El filandón, además de un momento para trabajar en tareas que podían realizarse en el hogar (como hilar, tejer, tallar...), era, por un lado, un lugar de encuentro en el que se reforzaban los lazos de convivencia entre vecinos y, por otro lado, un momento ideal para la transmisión de la cultura oral: cuentos, chascarrillos, romances, sucedidos, canciones, poesías... se contaban y cantaban noche tras noche y, de esta manera, se preservaban del olvido.

En la Biblioteca Virtual Cervantes he encontrado dos artículos que me han parecido interesantes para hacerse una idea de cómo era el filandón, aquí os los enlazo: 

En 2010 Alejandro López dirigió el documental Filandón Fornelo. Tras 30 años sin celebrarse un filandón en Guímara (León), la gente del pueblo vuelve a reunirse alrededor del fuego para compartir historias, canciones, cuentos... Son 40 minutos de puro goce, no despistéis este vídeo. (Gracias, David Acera por señalármelo.)

Por otro lado, desde hace unos años el término está siendo recuperado, en parte fue debido a la película que dirigió Chema Sarmiento con el título de El filandón (disponible en Filmin) y que fue protagonizada por escritores de la talla de Julio Llamazares, José María Merino, Luis Mateo Díez, Pedro Trapiello o Antonio Pereira. Con posterioridad estos autores han repetido la experiencia en espacios públicos pero aunque lo denominan filandón es otra cosa: se trata más bien una propuesta de lectura compartida y en voz alta de cuentos propios (véase, por ejemplo, este en la BNE).

En 2010 la Junta de Castilla y León declaró el filandón como BIC, Bien de Interés Cultural, y hay no pocos intentos de actualizar y revitalizar esta costumbre que invitaba al encuentro, al disfrute, a contar, escuchar y cantar. Valga como ejemplo este artículo escrito por Mario Tascón en el Diario de León titulado: "El filandón del siglo XXI".

Cuadro de Luis Álvarez Catalá

Para ir terminando este post os cuento que cuando uno busca imágenes de filandones la que sale recurrentemente es Filandón en Monasterio de Hermo, el cuadro pintado en 1872 por Luis Álvarez Catalá que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Asturias. Por eso quise encabezar esta entrada con la fotografía de Fritz Krüger, el etnógrafo alemán que entre 1912 y 1930 estudió la lengua y la cultura material de amplias regiones del norte de España, centrando sus estudios en áreas geográficas como Extremadura, Zamora, León, Asturias, norte de Portugal y Pirineos. En este enlace podéis ver el libro en el que se publican algunas de las fotografías que hizo, hace casi cien años, en Asturias (son hipnóticas).

Espero que esta entrada os haya resultado de interés.

Saludos