Después de unos días de descanso retomo el blog con fuerzas renovadas. Mañana voy a contar a Archilla (Guadalajara) y pasado salgo para Londres al FEST 2010, el Encuentro Europeo de Narración Oral. Mientras tanto me ha dado tiempo a leer algunos libros (que no me han gustado mucho y por eso no reseño) y a ver alguna película (maravillosa Toy Story 3) y a ir al teatro.Desde hace 17 años voy regularmente al Festival de Teatro Clásico de Mérida, hay años que disfruto mucho (todavía recuerdo escenas memorables de Golfus de Roma, Hipólito, Medea, etc.) y otros años que menos, pero para mí ir al Festival se ha convertido en un rito inaplazable que suele coincidir con momentos hermosos de felicidad.
Ayer tuve la suerte, enorme, de asistir a la representación de Lisístrata, de Aristófanes, adaptada por Savary y Oristell, dirigida por Savary, y protagonizada por Paco León como Lisístrata.
Una vez más ir al teatro romano de Mérida se convirtió en una fiesta. La adaptación de Lisístrata, para mi gusto, respetó el espíritu original de la obra: provocativa, divertida, desenfadada y con un poso de los que quedan, de esos de rumiar y pensar y repensar.
Pasamos un rato estupendo y el viaje de vuelta se hizo corto reviviendo los mejores momentos.
Hubo ratos buenos, otros mejores y algunos excelentes, también alguno menos interesante, pero la comedia me tuvo enganchado en todo momento y me creí la historia, me creí a los personajes y aplaudí a los actores (y al director). Una apuesta provocadora y atrevida que, según pienso, funcionó.
Una obra que fue un regalo, un delicioso regalo. Otro de esos momentos de felicidad que nos regala la vida.
Nota al margen. Había leído algunas críticas previas, en general bastante buenas, pero alguna (El País del pasado final de semana, concretamente), desvelaban muchos de los gags y de las mejores sorpresas... algún día habrá que hablar de los críticos.
Saludos
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