Acabo de disfrutar del libro Yo aquí sólo soy el perro, escrito por Jutta Richter, traducido por L. Rodríguez López, con ilustraciones de Hildegard Müller y publicado por la editorial Lóguez.
Brendon (al que sus dueños han llamado Anton) es un perro muy parlanchín y nos va contando su historia: la de un pasado lleno de las historias y las enseñanzas de su tío Ferenc y la de un presente en casa con la gata Misi y con los humanos Friedbert, Emily y la pequeña. Las aventuras que se suceden son divertidas, tiernas y están llenas de gran hondura. Aunque lo que de verdad marca la diferencia con otros libros es el protagonista y narrador del libro: ese perro que entrevera presente y pasado, que tiene una mirada particular y de mucha enjundia a pesar de la sencillez del texto, ese perro tan perro pero a un mismo tiempo tan humano (y tan alegre).
La relación del perro con los otros personajes es estupenda (con Misi, con los adultos y, sobre todo, con la pequeña) y permite un buen puñado de páginas divertidas y bien entretenidas. Pero el giro final es verdaderamente sorpresivo y provoca una nueva mirada sobre todo lo leído. En verdad es un regalo.
Ocurre además que en este libro volvemos a encontrarnos con el valor de las historias, con la importancia de contarnos para hacernos. Ferenc fue el encargado de construir esa mitología salvadora para Anton (o Brendon) tal como descubrimos en las últimas páginas. Una sorpresa deliciosa este giro último, en verdad, poderoso.
Una vez más he disfrutado de lo lindo y me he emocionado con un libro de esta autora. Una vez más un libro que os recomiendo encarecidamente.
Saludos
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