Esta mañana comencé y terminé Lágrimas en los tejados, la primera novela escrita por Sandra Araguás, cuentista, folclorista, escritora y amiga, y publicada en la editorial SinCabeza. Por cierto, mi ejemplar pertenece a la segunda edición.
Este libro nos cuenta la historia de Ana, una mujer muy apegada a su abuelo, a quien acompaña en los últimos meses de su vida. Este tiempo en el que transcurre la novela se va desplegando en saltos a otros momentos y a otras voces que nos van contando la historia de Pilar y de Antón, un joven matrimonio que tiene que separarse cuando los militares sublevados contra la II República llegan a Bielsa para, al igual que han hecho con otros pueblos cercanos, arrasar con todo y con todos. Y así, tejiendo con distintas voces narrativas, recuerdos e instantes, se va elaborando la urdimbre de esta novela por la que desfilan un completo plantel de personajes bien interesantes (los padres de Ana, Mariano, Josefina, Martín, la señora Trufau...) y de historias bien hermosas.
Como muchos ya habréis imaginado en el corazón de esta historia late un hecho histórico, la Bolsa de Bielsa, la defensa numantina que en muy gran desventaja sostuvieron los republicanos frente a los militares sublevados contra la República. Y es que hay una gran protagonista, sin ser personaje ni hecho, que atraviesa el libro de la primera a la última página, se trata de la memoria. La memoria común, lo que sucedió, lo que vivimos, como fundamento para edificarnos en el presente y seguir caminando hacia el mañana. Somos lo que recordamos. Por eso no es baladí que Antón esté atenazado por el olvido, como tampoco lo es que Ana acabe asumiendo esa historia (que incluso ha llegado a odiar en algún momento) y acabe conviviendo con ella y aprendiendo de ella; e incluso acabe preservándola. Esa memoria fijada en los recuerdos y en las piedras de las casas, en las palabras que repite la lumbre en las chimeneas. Es bien interesante la recreación histórica que la autora ha hecho de aquellos días aciagos (seguro que no pocos paseos y entrevistas por la zona están detrás de tan afinada recreación), de aquella resistencia que permitió, en condiciones durísimas, la evacuación de la población civil.
Antes de terminar esta nota de lectura, dos breves cuestiones. Una, sobre la estructura: he disfrutado esta armazón coral del libro, esta arquitectura que huye de una propuesta lineal, acaso más sencilla, y se atreve con una suma de miradas y momentos, aportando hondura a la historia y espesor literario a la trama. Y dos, sobre el propio libro: el libro como objeto está muy cuidado, tapa dura, ilustración de cubierta de Alberto Gamón, papel de buen gramaje, tamaño de letra cómodo, caja generosa... da mucho gusto leer libros tan bien hechos.
Una lectura bien emocionante que os recomiendo.
Saludos
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