miércoles, 1 de febrero de 2017

Algunos monstruos para llevarme a una isla desierta

Los buenos viejos cuentos de la tradición oral y sus primos hermanos, los mitos, están cuajados de monstruos; copan bosques, grutas, mares, islas, castillos, laberintos, fuentes… son implacables guardianes de tesoros, vigilantes de puertas, obstáculos insalvables y, en muchas ocasiones, nos acechan al final de muchos viajes. Sin ellos no existirían los héroes, personajes que descubren su verdadero valor cuando se enfrentan a enemigos de talla ciclópea y poderes imposibles de vencer, sin embargo, los héroes ganan y son, desde ese momento, héroes, y lo son gracias a los monstruos que han vencido.
Los monstruos además simbolizan las fuerzas indómitas de la naturaleza que hay que vencer o encauzar para dar paso a lo civilizado (aunque este símbolo anda cruzado últimamente viendo las monstruosidades que, parafraseando a Goya, sueña la razón y que devora a la naturaleza; sí, la civilización ha creado sus propios monstruos, y lo que es peor, han salido del plano de ficción para habitar entre nosotros) y las pulsiones caóticas que pugnan en nuestro interior, la personificación del paroxismo (“un yo que conviene vencer para desarrollar un yo superior”, como afirman Jean Chevalier y Alain Gheerbrant en su Diccionario de los símbolos, en Herder).
Teniendo las funciones que tiene el monstruo dentro de las historias (como antagonista fundamental y motor de la acción) y en el plano simbólico (como caos exterior o representante de nuestras pulsiones y deseos ocultos) es lógico que los monstruos hayan dado el salto de los cuentos tradicionales a los territorios de la literatura infantil y juvenil.

Si me encontrara en la tesitura de que tuviera que elegir algunos monstruos para que me acompañaran a una isla desierta, dejando a un lado los que tanto disfruté en mi infancia (y sigo disfrutando ahora) de entre los que aparecen en mitos y cuentos tradicionales, y ciñéndome a monstruos de la LIJ contemporánea que habitan en libros álbum, creo que estos serían mis compañeros de viaje.


El primero libro de monstruos que elegiría, sin duda, sería Donde viven los monstruos, escrito e ilustrado por Maurice Sendak, y publicado en Alfaguara. Un viaje al lugar donde habitan los más poderosos monstruos: dentro de nosotros mismos. Unos monstruos tentadores (quizás el más hermoso catálogo de monstruos jamás antes visto) que nos invitan a quedarnos, a ser uno entre ellos en esa fiesta infinita, aunque eso signifique que nos devoren. Un libro absolutamente imprescindible, una lectura maravillosa.


En segundo lugar me costaría elegir alguno de entre los monstruos soñados por David McKee, ya sea el propio Ahora no, Bernardo (actualmente en Anaya), o Dos monstruos (también en Anaya) o Tres monstruos (en Ekaré). Pero como he de llevarme sólo a uno, y quizás por lo importante que fue para mí como escritor a la hora de crear mi propio monstruo, me quedo con el monstruo de Ahora no, Bernardo, un monstruo que en algún momento fue niño (y que dejó de serlo, ay. Si queréis saber por qué, el libro os espera).


El tercer monstruo que me llevaría a esa hipotética isla sería, sin duda, El Grúfalo, escrtio por Julia Donaldson e ilustrado por Axel Scheffler, un libro que ha tenido desigual fortuna con las diferentes ediciones y, sobre todo, traducciones al castellano. El Grúfalo es un monstruo que creíamos (incluso el ratón protagonista lo creía) una invención, una ficción, pero que, como ocurre en los peores sueños, se hizo carne. Afortunadamente el protagonista del libro tiene tanto de pequeño como de astuto. Todo en este cuento me gusta, es perfecto de cabo a rabo, y la resolución, maravillosa.

Este cuarto título lo traigo porque fue el primer cuento que conté que tenía un monstruo como protagonista, se trata de ¡Papá!, de Philippe Corentin, en Corimbo, y de él me gusta mucho mucho el juego de espejos, el cambio de punto de vista, la relativización de la idea de normalidad y monstruosidad. Una lectura que me trae muchos y muy buenos recuerdos, y un libro que sigo disfrutando.


Y para terminar os traigo un monstruo que me acompaña desde mi infancia, se trata de Tragasueños, el cuento escrito por Michael Ende e ilustrado por Annegart Fuchshuber (mi edición es de Juventud), un monstruo bueno que nos ayuda para vencer a las pesadillas, tierra de oscuridad y malos monstruos.

Todos estos monstruos y unos cuantos más nos acompañarán la próxima semana en el curso ¡Qué bello es escribir! (II), un curso en línea realizado en la escuela que dirige Ana Garralón, curso que es continuación de la primera edición y que, como aquella, desarrolla unas cuantas decenas de propuestas de escritura lúdica a partir de libro álbum.
¡Qué bello es escribir! (II) cuenta con dos temas articulados a lo largo de tres jornadas: el primero de ellos está centrado en los viajes (viajes cercanos y lejanos, viajes insólitos, viajes hacia uno mismo o por el mundo, viajes surrealistas y científicos… viajes como vidas); y el segundo se adentra en el territorio de los monstruos (que, como veis, es un tema bien interesante)
Nos encontramos la próxima semana jugando libros y escribiendo sueños.
Saludos

PD: Esta entrada fue publicada el lunes 30 de enero en el blog de Ana Garralón, aquí.

4 comentarios:

  1. Hola,Pep,estoy ansiosa por comenzar el curso. Un abrazo desde la Argentina.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué bien, muchas gracias, nos encontramos en unos días :-)))

      Eliminar
  2. Me encanta saber que tus monstruos son también mis monstruos preferidos...¡Nos vemos el lunes!!

    ResponderEliminar