La verdad es que desde que leí Obabakoak soy lector de Bernardo Atxaga. Quizás no he reseñado tantos libros suyos como debería, pero sí he leído unos cuantos. El último, el pasado verano, El hijo del acordeonista (que forma parte de la lista del goliardo).
Me gusta mucho cómo escribe Atxaga, tengo la sensación de leer una nueva forma de contar historias y a veces pienso que quizás se deba a que sus libros están escritos en una lengua tan extraordinaria y maravillosa como la vasca; aunque otras veces pienso que la lengua tal vez tenga que ver, pero que es Atxaga quien tiene una voz tan peculiar, un estilo tan propio: porque no es la lengua la que escribe, sino el autor, ¿o la lengua también tiene su peculiar forma de contar? En fin, divagaciones de primeros de julio...
Hoy empecé y terminé un libro suyo, Siete casas en Francia, traducido por Asun Garikano y el mismo autor, la edición que yo tengo es de Círculo de Lectores.
El libro me ha gustado mucho, la historia, los personajes (y sus propias historias que se anudan en la historia central), las relaciones entre ellos, el manejo magistral de los ritmos de la narración, el espacio donde transcurre todo, el desenlace. En verdad ha sido un libro que he disfrutado mucho mucho y que no he podido dejar de devorar en todo el día.
Ha habido momentos en los que estaba completamente atrapado en la lectura, en fin, uno de esos libros estupendos para pasar un rato delicioso.
Atxaga es ya uno de esos autores imprescindibles en mi biblioteca. Si no habéis leído nada suyo, éste es un buen libro para empezar.
Saludos.
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