jueves, 29 de diciembre de 2011

Me corté el pelo

Ayer fue 28 de diciembre y en España este día, tradicionalmente, es el de las inocentadas, el de gastar alguna que otra bromilla. Ayer en fésibuc con mayor o menor fortuna intenté un par de bromas (que si me compré una tele al fin, que si me corté el pelo y volví al tupé y al rock & roll) y pasamos un rato entretenido.
Como agradecimiento a los que se avinieron a jugar conmigo hoy os dejo aquí un cuentecito que escribí hace ya unos cuantos años y que está publicado en el libro de cuentos Cosas que pasan.
El cuento se titula "Me corté el pelo", jejejeje. Que lo disfrutéis.



Me corté el pelo

Me he cortado el pelo. Todavía no me lo puedo creer. Me he cortado el pelo. Y me he afeitado la barba. Llevo la camisa metida por el pantalón. Y zapatos. Tiré los fulares. Y me he cortado el pelo.
Y todo porque la mujer a quien amo está embarazada. Así. Sencillo. Natural. Hermoso. Y los dos gozamos del embarazo. Es más, todas las noches, casi desde el primer mes, me acostumbré a mirar el vientre de ella y recitar versos al hijo que nacía dentro. Ella dormida y su respiración pausada. Yo soñando con los ojos abiertos y la boca en letanías. Pero lo del pelo no es un sueño. Está claro y es demostrable. Recuerdo el sonido veloz de las tijeras y los mechones perdidos, frágiles, cayendo.
Todo fue normal hasta el quinto mes. Una noche yo estaba mirando, como casi siempre, el vientre de ella. Subía acompasado al ritmo de su respiración. Quedo. La ventana dejaba pasar la claridad de una farola. Yo miraba y recitaba en un murmullo unos versos de José Hierro. Entonces sucedió. El ombligo se salió. El nudo del ombligo salió afuera. Asomaba como una escarpia que va a sujetar un cuadro. Y empezó a girar. Era como un ojo mirando en todas direcciones. Tras cuatro o cinco giros se detuvo en la dirección en la que yo estaba. Sin duda era un periscopio. Había alguien del otro lado que me observaba con detenimiento. 
Así fue sucediendo durante bastantes noches. Cuando ella se había dormido y yo comenzaba a recitar poesía el ombligo asomaba, me buscaba y, al rato, se quedaba fijo, escudriñando en mi dirección. Después, cuando yo callaba, el ombligo se volvía a meter en su sitio. Yo consideraba esto una buena señal. Quizás mi primera hija o hijo gustaría de las letras, sería poeta, escritora, actor, ensayista… Cuando el periscopio aquel se escondía yo seguía despierto, pero soñando.
Pronto comenzó a dar patadas. Pero no era normal. No eran unas pocas patadas, simulacros, pruebas de tensión muscular. Eran patadas rítmicas, muchas y seguidas. Una tarde la pasé anotando las series de golpecitos del niño, de la niña. Después, jugando por jugar, traté de dar sentido a aquella sucesión de grandes y pequeños golpes. La solución fue el morse. Y el mensaje tenía sentido. Decía: “Papá, mamá, tened cuidado, en vuestra habitación hay un monstruo peludo horroroso que aparece todas las noches y recita versos”. 
Por eso me he cortado el pelo. Y todavía no ha llegado.


Saludos

6 comentarios:

  1. Muy bueno, me ha encantado.

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  2. Gracias Pilar, me alegra saber que te ha gustado.
    Un saludo

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  3. Muy bueno, Pep. Sólo había faltado que la criatura se comunicase en verso, por ejemplo en endecasílabos, jaja, así:
    "Papá, mamá, tened mucho cuidado,
    en vuestra habitación hay un gran monstruo
    peludo, que aparece cada noche
    y dice cosas raras, como yo."

    Un abrazo.

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  4. Gracias Carlos. Qué arte tienes, eres un poeta. Si tuviera yo medio ritmo/rima, medio verso/estrofa, de esos que tú calzas, qué feliz sería.
    Abrazos

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