Quienes nos dedicamos a contar cuentos sabemos que la parte, acaso, más relevante de este oficio es la de encontrar algo que contar. Para ello hay que detenerse, hay que parar y, sobre todo, hay que mirar. Mirar, buscar, atender y encontrar materiales nuevos que interesen y emocionen para ser contados. Si alguien se pone a contar y contar y contar y sigue contando durante años todos los días, lo normal será que "muera de éxito", es decir, contará muy bien y seguirá yendo de un lado para otro contando cuentos pero no tendrá tiempo para parar, tomar aire y renovar repertorio: ver nuevas cosas para contar.
Ese parar y mirar es esencial para el oficio. La parte de búsqueda es el grueso del iceberg (desde mi punto de vista). E igual que hacemos los narradores orales hacen todos aquellos que se dedican a contar (ya sea escribiendo, fotografiando, componiendo, haciendo cine...), los parones son necesarios para tomar impulso y, sobre todo, para ver.
Sucede además que esa búsqueda no se limita a la lectura (al menos en mi caso), sino a, sencillamente, ver y aprehender la realidad, extrañarla, mirarla con ojos nuevos, como si cada día fuera un día por estrenar, un paquete nuevo que abrir. Y todo esto cabe en este álbum fantástico de Gonzalo Moure y Alicia Varela.
Las ilustraciones de Alicia nos muestran una foto tomada desde el mismo ángulo cada pocos minutos frente a un parque. Uno ve las cosas que pasan en ese parque (muchísimas cosas por favor) y puede sentarse y observar tranquilamente e imaginar y soñar las historias que están sucediendo. Abrir este álbum es invitarnos a mirar a nuestro alrededor con ojos nuevos.
Y eso es lo que hace Gonzalo, entra en el parque (literalmente) y se sienta a observar y, nos cuenta qué ve y qué se imagina, las historias que sueña, que piensa, que conoce que están ocurriendo (un puñado de ellas las podéis encontrar al final del álbum en un pequeño sobre). Y digo que entra literalmente porque Alicia se ha encargado de dibujar a Gonzalo confortablemente sentado en ese parque (me juego un paquete de caramelos a que este señor es Gonzalo Moure).
El libro tiene, entre otras muchas cosas interesantes, unas ilustraciones llenas de pequeños detalles (cómo no pensar en Anno, por ejemplo) pero muy limpias, que permiten que las diversas historias fluyan, se enreden, crezcan, mueran. Y esto tiene no poco mérito, pues si uno se entretiene y dedica un buen rato a observar el álbum ¡siempre acaba por encontrar nuevas llamadas muy sugerentes!
También me han gustado algunas de las historias que sueña Gonzalo, aunque en verdad lo mejor de estas es que son el punto de partida para otras muchas historias que podemos imaginar, soñar, recrear, inventar... y mandar a la editorial, pues ha dispuesto una parte de su web para que así lo hagamos. Un paso más en esta búsqueda de equilibrio entre el innovación (participación y nuevas tecnologías) y la conservación (el libro y su formato en papel). Una propuesta muy sugerente.
En suma, otro estupendo tesoro, imprescindible, para mi biblioteca personal.
Saludos
PD: Ah, sobre el título... bueno, creo que ya está bastante desgranado en el post ;-))
Me ha encantado tu post, también amé este libro cuando lo vi la primera, segunda y tercera vez. No podía dejar de explorarlo y disfrutar cada descubrimiento.
ResponderEliminarY si bien son maravillosas las sugerencias de Moure, las historias que se iluminan cuando las encuentras entre los personaje y lo que va sucediendo a lo largo de cada ilustración, te dejan con una sonrisa enorme.
Me encantó la relación del arte de contar que has compartido, porque sí, a veces hay que pararse para ver y volver a ver. De eso también se trata.
Gracias, Pep.
:)
Muchas gracias Lin, me alegra que te haya gustado el libro (y el post).
ResponderEliminarUn cordial saludo