Hace mucho tiempo que espera paciente sobre mi mesa un libro álbum delicioso titulado El mensajero del rey, está escrito e ilustrado por Jutta Bauer (una de mis autoras favoritas), traducido por L. Rodríguez López y publicado por la editorial Lóguez.
Un rey encarga a su mensajero que lleve un mensaje urgente al rey vecino. El mensajero sale rápidamente de viaje pero, a cada poco, encuentra cosas que también son urgentes y que le van demorando en su encomienda. Porque en verdad no hay nada más urgente que vivir, que convivir. Porque en verdad no hay nada más urgente que hacer de los pequeños detalles, de las acciones humildes, algo grande, muy grande, algo que, como sin querer, vaya transformando este mundo nuestro y lo haga mejor y más confortable para todos.
El mensajero del rey tiene un encargo y hace de su viaje una gran aventura llena de momentos inolvidables (sin dragones, sin fantasmas, sin brujas...), momentos en los que él va dándose y, al mismo tiempo, va recibiendo: por eso cuando termina el viaje él ya no es el mismo, pero tampoco el mundo en el que habita es igual. Qué hermoso resulta en este cuento comprobar y sentir el poder transformador de las pequeñas acciones, de los gestos sin alharacas.
Ni siquiera el rey (y sus urgencias) son las mismas (como lo demuestra lo que hace cuando se reencuentra con el mensaje): todo lo que era tan urgente e importante parece que ahora no lo es; sin embargo aquellas otras cosas que ocuparon los días del pequeño mensajero, esas sí que fueron en verdad importantes, en verdad fundamentales, en verdad necesarias.
Una fábula maravillosa, un libro delicioso que os recomiendo.
Saludos
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