viernes, 1 de enero de 2021

Alicia en el País de las Maravillas

Hoy, en el primer día de este 2021, he leído Alicia en el País de las Maravillas, el clásico de Lewis Carroll traducido por Humpty Dumpty e ilustrado por Helen Oxembury. Mi edición es magnífica, grande, cómoda, con un gramaje generoso en las hojas y una maquetación muy cuidada, está publicada por Lumen.

Antes de hablar de mi lectura quiero deciros por qué he elegido este libro para comenzar el año: hoy es el día en el que Reino Unido abandona la Unión Europea (un acto que, para mí, resulta incomprensible), pueden marcharse, claro, pero hay muchas cosas que no pueden llevarse con ellos, como muestra, este clásico de la LIJ que ya nos pertenece a todos.

Alicia en el País de las Maravillas es uno de los cuatro grandes clásicos de finales del XIX y principios del XX escritos por autores británicos: Peter Pan, Winnie de Puh, El viento entre los sauces y Alicia en el País de las Maravillas, además de los cuentos de Beatrix Potter y de Oscar Wilde.

De este librito estupendo se ha hablado mucho y gran parte de sus historias, personajes, aventuras y sucesos pertenencen ya al imaginario colectivo, así que voy a hablaros en esta breve nota de lectura desde el punto de vista de un cuentista, por aportar una mirada más pegada a mi trabajo (y mi vida).

En el libro de Alicia en el País de las Maravillas hay, por un lado, una trepidante sucesión de acciones y, por otro, unos cuantos momentos en los que alguien cuenta un cuento, o una historia. Y de este segundo grupo de momentos narrativos del libro es de lo que quería hablar brevemente con algunos ejemplos más destacados.

El primero de ello es el Lirón que, en esa eterna hora del té en la que se encuentran la Liebre de Marzo y el Sombrerero, es invitado a contar un cuento a Alicia (p. 116). El pobre Lirón trata de contar el cuento de Elsie, Lacie y Tilie, las tres hermanas que vivían en un pozo de melaza, pero se encontró con un público difícil, un público de esos que van preguntando e interpelando a cada paso. Y sobre todo un público difícil cuando uno no tiene bien claro cómo es el cuento, que es lo que parece que le ocurre al Lirón quien, afortunadamente (para él), acaba durmiéndose sin concluir el cuento. Quién sabe si esta no sería una buena estrategia para funciones con público de este tipo.

Otra narradora en este país maravilloso es la Falsa Tortuga a quien el Grifo y Alicia le piden que les cuente su historia (p. 156). Como era de esperar en la Falsa Tortuga nos encontramos con una cuentista que comienza su narración incapaz de imprimir un ritmo adecuado, el cursus de la narrativa no fluye, y la historia se demora entre silencios y suspiros; en cualquier caso las preguntas del público, ahora, sirven para encarrirlar la narración (bueno, en algunos casos también la detienen). Aunque, todo sea dicho, no sabemos si la historia llega o no a buen fin (o del fin, la broma se entiende en el libro).

En contraste con la Falsa Tortuga, hay un momento en el que Alicia es invitada a contar su historia y, mirad, esto es lo que nos dice el autor del libro: "Alicia empezó a contar sus aventuras a partir del momento en que vio por primera vez al Conejo Blanco. Al principio estaba un poco nerviosa, porque las dos criaturas [el Grifo y la Falsa Tortuga] se pegaron a ella, una a cada lado, con ojos y bocas abiertos como naranjas, pero fue cobrando valor a medida que avanzaba en su relato. Sus oyentes guardaron un silencio completo  hasta que llegó el momento en que había recitado "Eres viejo, padre Guillermo" a la Oruga, y todo le había salido al revés. Al llegar a este punto, la Falsa Tortuga dio un profundo suspiro y dijo: Esto es muy extraño." (p. 170). Como podéis ver Alicia es una buena narradora, ¿y cómo sabemos esto?, porque sus oyentes, su público, escucha absorto y en silencio, con ojos y orejas muy abiertos, sin interrumpir la narración, cosa que no ha pasado en los dos ejemplos anteriores. Como último detalle señalar que la interrupción en la historia de Alicia sucede cuando hay algo que resulta inverosímil para el público (ay, qué importante es la verosimilitud en los cuentos).

Un último apunte, que la entrada va siendo ya larga, es el caso del juicio en el que el Sombrerero tiene que contar su versión de los hechos ante el tribunal y el Rey y la Reina de Corazones. El pobre Sombrerero está atribulado y es interrumpido a cada paso y el Rey acaba diciéndole: "Lo que eres es un pobre orador." (p. 188). 

Es bueno recordar que esta historia, antes de ser escrita, fue contada a Alicia y sus hermanas (hablo sobre esto con más detalle aquí, merece la pena que le eches un vistazo), igual que es bueno recordar que en esos tiempos contar y escuchar historias era algo muy cotidiano, muy habitual, y la experiencia de ser narrador o de ser público era algo que todo el mundo vivía en su día a día. Y seguramente no había nada como como un buen cuentista contando bien una buena historia. Eso debía ser oro puro. Máxime teniendo un público tan entrenado en la escucha. Qué lujo.

Saludos

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