Ayer leí un librito en el que los aedos tienen una notable presencia. El libro se titula Tres cantos fúnebres por Kosovo, de Ismail Kadaré, en Alianza (trad. de Ramón Sánchez Lizarralde), y me lo recomendó "doscontratres" en un post que escribí sobre el autor a principios de junio, justo cuando acababa de concedérsele el Premio Príncipe de Asturias.
De este autor me gustó mucho mucho mucho un libro titulado El expediente H., también en Alianza, en el que dos estudiosos van a los Balcanes a grabar a los últimos aedos, descendientes directos de Homero. Si te gusta la narración oral este libro te gustará.
Pero volvamos con los Tres cantos fúnebres por Kosovo. En el segundo de los cantos los aedos son los protagonistas: ellos ven desde lo alto de la colina la batalla para luego cantar las gestas. La cosa se tuerce y la batalla es un desastre, los bardos huyen con las tropas en retirada y continúan su viaje hasta el otro lado de Europa donde llegan a la corte de ¿Leonor de Aquitania? y allí cantan sus versos y cuentan sus cuentos.
Os dejo aquí un párrafo que os dé para pensar sobre cuál es la función de los narradores orales.
"Los bardos son siempre los últimos en caer en el combate, había dicho la noche anterior el príncipe Lázaro, antes de dar la orden de que todos los rapsodas, ya fueran los servios con sus guslas, ya los valacos y los bosniacos con sus flautas, ya se tratara de los procedentes de los alpes albaneses con sus lahutas de una sola cuerda, se reunieran sobre un pequeño montículo no lejos de su propia tienda, desde donde pudieran seguir el desarrollo de la batalla sin arriesgar la cabeza. Como siempre, los rapsodas son los favoritos del destino, había comentado medio riendo uno de los ayudantes del príncipe, mientras el rencor hacía centellear sus ojos; pero su comandante había replicado de inmediato: Si ellos desaparecen, ¿quién cantará nuestra gloria?" (pp. 49-50)
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