Hace ya años (nov05) que propuse en una microponencia para Un Madrid de Cuento que una forma de poner en valor las sesiones de cuentos fuera pagando, es decir, que la gente que fuera a escuchar pagara algo, aunque ese pago fuera simbólico (50 céntimos, un euro) y que ese dinero sirviera para sufragar el coste de la actividad o, si fuera un asunto complejo ese de justificar el dinero pagado a una entidad pública, pues que se abriera un fondo para luego donarlo a una oenegé o a alguna asociación del lugar.
En aquella ocasión la propuesta la hacía porque planteaba diversas maneras para mejorar las sesiones de cuentos, públicas y gratuitas.
Sin embargo, a día de hoy, me encuentro que cada vez más bibliotecas se están planteando cobrar algo por asistir a las sesiones de cuentos (algo tan nimio como un euro). En algunos casos se trata de bibliotecas que tienen una larga trayectoria programando sesiones de cuentos cada semana y que, de pronto, se han quedado sin presupuesto para ello. Sí, en estos tiempos este es un tema que está en boca de mucha gente, profesionales bibliotecarias que aman los cuentos y que ven como una tarea de años se va al garete porque los ayuntamientos, en muchos casos, lo primero que cortan, es el dinero para actividades culturales.
Lo cierto es que hoy he contado en un pueblo de Castilla La Mancha y todos los que han asistido: madres, padres, abuelas, niños, niñas... salvo dos bebés, todos, han pagado dos euros. Y no he visto ninguna queja, ni ningún aspaviento. Y la sala estaba a reventar.
El motivo no era el que inicialmente yo proponía en mi texto (en nov05), la razón era que este dinero ayudaba a pagar la sesión. Así de simple.
Si uno lo piensa, sabe que siempre son ellos (él publico) quienes te pagan, porque cuando pagan (pagamos) sus (nuestros) impuestos hacemos un fondo común del que sale el dinero para mi caché, pero el viaje de ese dinero es tan largo que uno puede perder de vista el bolsillo de donde salió. Por eso hoy, así visto tan de cerca, tan directamente de su bolsillo, yo solo pensaba en dejarme ahí la piel para que la gente saliera contenta y con ganas de volver a pagar otros dos euros para volver a verme contar cuentos.
Siempre lo doy todo en las sesiones, creo ser honesto en ese sentido; pero hoy, el hecho de ver entrar a las madres y a los padres con el monedero en la mano, me ha pegado un empujón notable. Ellos me han pagado, ellos estaban ahí y habían pagado para verme.
Ha sido un día importante para mí hoy porque pienso que esta gente que pagó y asistió a la sesión asume que lo nuestro es un oficio, una profesión, y ve natural pagar por ello.
Un saludo
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