Esta semana ha sido especialmente viajantina.
El lunes, recién llegado de Las Palmas de Gran Canaria, fui a contar cuentos a Madrid, una sesión matutina para adultos, extraño horario, pero funcionó. El mismo lunes por la tarde di una charla en Benavente (Zamora). Y a última hora de la noche, estaba durmiendo en casa.
El martes lo pasé completo en Azuqueca de Henares, presentando los nuevos libros.
El miércoles me fui a Murcia a contar a la Feria Regional del Libro de Murcia. Allí pasé todo el jueves (dos sesiones de cuentos por la mañana, una presentación de un libro por la tarde, y una sesión de cuentos para adultos por la noche: una buena agenda, eh). La presentación fue estupenda, con Ángel Hernández Fernández y su maravilloso libro Las voces de la memoria, de cuentos tradicionales de la Región de Murcia. No dejéis de echarle un vistazo (aquí).
Además en Murcia me he encontrado con Clara (qué bonico está Rafa, su hijo) y Joaquín, con Rodorín y con Félix. Intenso el día.
Hoy viernes he estado trabajando con el ordenador (sigo con este tremendo maremoto que ha sido la pérdida de mi agenda cuando se fundió el disco duro de mi ordenador de casa) y esta tarde contaré en Sisante, Cuenca.
Lo dicho, una semana muy viajantina.
Esto de los kilómetros tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, como todo. Entre lo malo está no poder abrazar a los míos tanto como quisiera. Y entre lo bueno: ver y conocer sitios y, sobre todo, gente (Sabela, Ángel, Puri, Angelines, etc).. Entre lo malo están los kilómetros que a veces se acumulan en la espalda y pesan mucho. Entre lo bueno el tiempo para leer y pensar.
Dos últimas cosas:
1. Si vienen a Murcia no dejen de pasar por el mesón Los Toneles a comer o a cenar, pónganse donde puedan ver a Evaristo, el mago de la plancha, disfruten de su labor metódica y del enjambre bullicioso de camareros que revolotean a su alrededor. Ah, y excelente el revuelto de verduras.
y 2. Esta mañana antes de dejar la habitación del hotel estaba leyendo el libro de Haruki Murakami Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, y resulta que uno de sus capítulos se titula: "El origen del deseo. En la habitación 208. Atravesando la pared" (ed. Tusquets, p. 338). ¿Adivináis en qué número de habitación estaba yo alojado mientras leía el libro?
Un saludo