Además de buen amigo y excelente narrador oral, Pepe Maestro lleva unos años descubriéndose como escritor de tomo y lomo. Su primer libro, El circo de Baltasar (Edelvives), lo leí en un atardecer de principios de otoño en las montañas que cobijan los pueblos blancos gaditanos, un lugar adecuado y exacto para disfrutar de la prosa de Maestro. Su lectura fue una fiesta.
Después llegó Una pluma de cuervo blanco (Edelvives), un libro sorprendente y lleno de simbolismo, con matices delicados y hondos, una lectura generosa y sabia. Una exquisitez. Es un libro que recuerdo con cariño y admiración y que posiblemente no tardaré en releer.
Más tarde vino Balbino y las sirenas (esta vez en Anaya), que me anticipó el propio Pepe paseando por algunos de los escenarios donde sucede la trama, en Cádiz, mientras el sol demoraba el atardecer curioso.
Entre todos estos apareció mi favorito por razones obvias, Alfonsina (Palabras del Candil) un libro extraordinario, divertido, emocionante y bellamente ilustrado por Lourdes, también amiga y compañera de fatigas editoriales. Pocas vacas como Alfonsina han pastado entre las páginas de la literatura universal. No duden en acercarse a ella y sentir la transmisión mística de sus ubres. No lo duden.
Y luego llegaron otros (la colección de cuentos populares con libros-cedé en Edelvives, los PoeMitos en M1C) que pronto, seguro, serán más.
La pasada semana salió el último libro de Pepe, La biomaestra (en Edelvives de nuevo), una hilarante historia que se desarrolla en un colegio al que ha llegado una maestra "bío" (de tofu, yoga y feng shui), una historia bien escrita, bien contada, con mucho humor, de ese que gasta Pepe Maestro (qué apellido tan propio, por lo de magisterio y magistral), con algunos momentos memorables como los capítulos dedicados a Jalogüín y con un final que está pidiendo a gritos (como este humilde lector) que continúe, que continúe la historia, y que no tarde mucho en continuar.
Saludos
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