Esta mañana abrí Caín, esta tarde cerré Caín. La última novela de José Saramago (en Alfaguara) la devoré hoy con gusto (y con algo de tristeza), su voz tan limpia, tan peculiar, tan sugerente, resuena (desde donde quiera que esté o que no esté) en cada una de sus páginas. Saramago murió hace apenas un mes pero no se ha ido del todo: nos dejó la palabra.
Hoy leí Caín y disfruté de sus historias viejas escritas desde el ojo nuevo, la mano nueva, la voz nueva. Y sobre todo leí Caín y recordé uno de mis libros favoritos: El evangelio según Jesucristo, también de Saramago.
Mientras que en El evangelio Saramago revisa la figura de Jesús (de alguna manera el Nuevo Testamento), en Caín la revisión recae sobre el Antiguo Testamento. Para quienes hemos adentrado alguna vez el ojo en el Antiguo Testamento no nos sorprende encontrarnos con este Dios déspota y cruel, quizás para muchos lectores desprevenidos todo esto sea nuevo (y extraordinario). Aunque lo verdaderamente nuevo es la voz del narrador: Caín. Una vez más Saramago se fija en los perdedores de la Historia y, sobre todo, en aquellos que no se resignan a su historia, a su destino, a los designios de un Dios (que es otra forma de llamar al destino, dice Saramago).
El libro me ha encantado. Me ha emocionado y lo he disfrutado con verdadero placer. Ha sido una lectura feliz, de esas que te dan alimento para muchos días. Muchos muchos días. Un libro para volver a leer que os recomiendo encarecidamente.
Ah, y un par de citas que podrían ser aplicables a la narración oral:
"Debajo de esas palabras que dices me parece oír otras que callas." (p. 51)
[hablando de personas que no se conocen] "quitando los que son de aquí y más o menos conocemos, el resto son historias que están por contar" (p. 59): todos somos una historia, todos tenemos una historia que contar, una historia que merece ser escuchada. Esta frase da la medida de este narrador excepcional.
Saludos
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