Entre todos ellos me gustaría hablaros hoy de narradores que cuentan habitualmente en un mismo lugar, y que lo hacen continuamente y durante mucho tiempo (a veces años). Esta figura (que llamaremos narrador de la casa) está muy cercana a los narradores tradicionales que contaban siempre en la misma casa, calle o pueblo; cercana incluso a los narradores tradicionales profesionales que no salían de un pequeño ámbito (una aldea o un grupo de aldeas, una comarca) para contar. Quizás los narradores de la casa difieren de ellos (de los tradicionales y tradicionales profesionales) en que la renovación de repertorio no era para los segundos una cuestión acuciante.
Quizás el caso más relevante de narradores de la casa es el de Mercedes Carrión, que trabaja en plantilla (como personal laboral) en el Ayuntamiento de Coslada desde 1998 (con un parón en 2006): su objetivo básico, contar cuentos en las tres bibliotecas municipales de Coslada. Además de lo interesante que pueda resultar la figura del cuentista municipal, es importante hablar de la urgencia de renovar repertorios cuando se cuentan cuentos cada semana en las mismas bibliotecas y a un público que casi siempre es el mismo (aproximadamente un 70% es habitual, el resto, flotante).
Hay algunos casos más que conocía, casos de narradores que cuentan prácticamente sólo en su ciudad y casi siempre en los mismos espacios (como hacía Mariló, en Málaga; o Aldo Méndez en Ciudad Real; o como hacen los CuantoCuento en "Libertad 8", en Madrid), y otros casos más recientes que he sabido gracias a Héctor Urién, a saber: Victoria Sliedecki, Cristina Mirinda y Héctor, los tres han contado (cada uno por separado) en ocasiones hasta tres veces por semana durante meses, en los locales "La escalera de Jacob" y en "La cueva de Rinconete", en Madrid. El éxito cosechado por Victoria Sliedecki le llevó a ser programada nada más y nada menos que por el Teatro Arenal.
En alguna ocasión (puedes leerlo aquí) he escrito sobre la dificultad de encontrar buenos cuentos para narrar, sobre la necesidad de rodar las historias para que vayan acomodándose a la garganta. Y sigo pensando que es necesario contar un cuento varias veces para que éste se ajuste a la voz y la palabra, y delante de públicos diversos.
Pero también creo que esta experiencia puede ser muy interesante para narradores profesionales, gente pegada al cuento. Sería algo así como (si me permitís el símil atlético) pasar de la prueba de maratón a la de cien metros, o mejor aún, a la prueba de carrera con salto de vallas, pues cada dos o tres zancadas hay que volver a saltar, y no dejar de correr mientras tanto: todos los días buscando-encontrando buenos cuentos ante la urgencia del próximo salto, y todavía no se ha repuesto uno del brinco cuando ya está aproximando la siguiente valla. Correr y saltar, buscar y contar, y dejar atrás los buenos cuentos hallados, en la recámara, a la espera de volver a la prueba de maratón y toparse con públicos diversos que nos permitan rodar cuentos.
Toda una experiencia que cambia algunos de los quehaceres habituales del oficio del cuentista y que sirve para refrescar la maquinaria del repertorio y para acelerar el proceso de consolidación de rudimentos de la narración: ¡hay que espabilar y tener textos nuevos para dentro de tres días pues el mismo público volverá a escucharte! Un reto interesante para los narradores, aunque a nivel artístico y creativo esta propuesta pueda tener sus peros, la misma Mercedes Carrión me comentaba la sensación de burocratización de la situación y del sentimiento de agotamiento en algunos momentos; otros narradores me hablaban de la sensación de quemar cuentos, o de no darles oportunidad para que crezcan, o la imposibilidad de detener el movimiento acuciados por la próxima zancada, por la próxima valla.
Los cuentos no se llevan bien con las prisas, eso ya lo sabíamos, pero esta nueva posibilidad de narradores de la casa que va surgiendo y se va consolidando en algunos locales y pequeñas salas abre nuevas vías para los cuentistas (tanto a nivel interno de cocina del oficio, como a nivel externo de nuevas posibilidades de trabajo).
Una propuesta sobre la que merece la pena reflexionar y, por qué no, una experiencia que tal vez habría que probar durante una temporada para medir los propios reflejos, los recursos de los que disponemos dentro del oficio y las nuevas posibilidades a la hora de preparar y contar cuentos.
[Os invito a que leáis los comentarios añadidos que aportan nuevas líneas para la reflexión y más información.]
Saludos.
Interesante lo que cuentas, pero el problema de esto es que en los lugares que se programa así, es que no se programe otros narradores-as, por lo cual es como tener en una biblioteca libros sólo del mismo autor, aunque sea estupendo. La diversificación de las propuestas narrativas, hace que el público pueda ampliar sus criterios. en teatros hay hace tiempo la figura del grupo residente, esto podría ser una cosa parecida, pero sin cerrar puertas a otras propuestas.
ResponderEliminarEn mi pueblo también hay una gente que cuenta en la biblioteca infantil hace años, pero no se programa ninguna otra propuesta, por lo que los niños y niñas que acuden a la biblioteca a escuchar cuentos sólo se les da la oportunidad de conocer un tipo de propuesta narrativa.
Y claro, luego está la cuestión de tener que renovar constantemente el repertorio, sin darle tiempo a asentarse. Pero de eso, igual, podemos hablar en otra ocasión.
He contado durante 15 años cuentos en los mismos sitios.
ResponderEliminarDesarrollé dos capacidades, que hoy en día me siguen ayudando.
Una a atrapar historias. Historias de tu gente cercana, de la gente va pasando por tu vida. Te quedas con ellas y con un poco de suerte, las hadas y los duendes te dejan destellos en tu ventana para que los conviertas en historias.
Y otra a leer historias, rápidamente. Con solo leer dos renglones de un escrito, ya podías decidir si seguir leyendo o no..
A ti, te sigo leyendo siempre hasta el final...
Hola, Pep!
ResponderEliminarHe leído tu enlace, y me gustaría apuntar otro tipo de "narradores de la casa". Por ejemplo, en mi caso, llevo varios años contando en las mismas bibliotecas: la biblioteca infantil de la fundación Novacaixagalicia en Santiago de Compostela, y las 3 bibliotecas del ayuntamiento de Cambre, veciño de A Coruña. Voy una vez al mes, por lo que tengo que preparar 2 o 3 cuentos nuevos cada mes para un público heterogéneo compuesto por niñ@s de 1 a 10 años y sus acompañantes. Mi experiencia en ambos lugares tiene diferencias y puntos en común. Las diferencias vienen dadas por la diferencia de público, urbano en un caso y semi-urbano o semi-rural en el otro, y, sobre todo, por la implicación en la actividad de los responsables de la biblioteca. En el caso de Santiago, el objetivo de la biblioteca es la afluencia de público y en el caso de Cambre el objetivo de la biblioteca es formar un público educado en la costumbre de escuchar y participar de la actividad, al tiempo que se la relaciona con la biblioteca, por lo que son muy cuidadosos con las condiciones ideales para que la sesión de cuentos discurra de la mejor manera posible.
En ambos casos, el público acaba acostumbrándose al narrador, a su manera de contar la historia, se crea una confianza y una familiaridad que sí recuerda al narrador de antaño, casi como parte de un entorno cotidiano, de una rutina de historias. En ambos casos también, el público está abierto al imaginario de narradores que no conocen, porque saben entrar en el universo del cuento, independientemente de quien se lo cuente, aunque los lazos que establezcan con el narrador no trasciendan más allá de esa sesión en concreto.
Y, por mi parte, es una sensación casi maternal ver cómo los niños y las niñas van creciendo, cómo algunos desaparecen de las sesiones cuando consideran que ya han dejado atrás la infancia, pero ocupan su lugar los hermanos y las hermanas que antes eran pequeños.
Gracias, Pep, por compartir tus reflexiones, por publicarlas y por hacernos reflexionar sobre este bonito oficio que tenemos.
Un beso muy fuerte
Paula Carballeira
Carrere, es muy interesante lo que comentas, pues para educar el gusto es necesario tener variedad de viandas: el criterio se amplía y consolida cuando son diversas las voces narrativas. Es una línea de reflexión muy interesante la que abres.
ResponderEliminarPaula, mil gracias a ti por compartir tus experiencias al respecto, también enriquecen este post.
Mariló, eres un sol, dulce, siempre.
Muchas gracias a los tres.
Besos
Pues mira por donde yo he tenido esta experiencia, y el símil me ha parecido de lo más adecuado, "saltador de vallas". Sí, yo me he sentido saltadora de vallas. Yo inauguré las sesiones de cuento en una librería muy conocida en mi ciudad “Estvdio” y se convirtió en mi casa, sábado tras sábado tenía que buscar nuevo repertorio con el agravante de deberme a la editorial que patrocinase ese día… era un trabajo inmenso, pero al igual que dice Marilo, me convertí en una experta en descartar a simple vista lo que era narrable y lo que no…. También tenía mucho de gratificante, los oyentes se convertían en tus espectadores habituales y se llenaban los cuentos de una complicidad y un Cariño muy difícil de conseguir con niños que no son del ámbito familiar.
ResponderEliminarPero después de unos cuantos años, fui yo la que propuse que se diesen a conocer nuevas voces, por que creo que en la variedad está el gusto. Ahora prefiero madurar los cuentos con mimo ¡¡¡Gracias por hacerme meditar sobre esto Pep!!!
¡Hola a todos! Para mí, el período de saltadora de vallas fue el de mis inicios en la profesión. Contábamos en la Travesía, un pub que era como el salón de mi casa, tres o cuatro veces al mes. Casi siempre había gente que repetía, así que los de Palique teníamos que estrenar cuentos con bastante frecuencia. En aquel momento Palique éramos Cebel, Alfonso González, Marissa y yo. Que fuéramos cuatro ayudaba mucho. Aprendí una barbaridad. Y cuando en el 2000 el bar se cerró, mi tarea fue aprender a contar fuera de la Travesía, sentirme en cualquier sitio como me sentía allí: en mi casa. Supongo que en un teatro, en las grandes ciudades, las cosas pueden ser diferentes: se programa un espectáculo y la gente sabe que todas las noches va a ver más o menos lo mismo, dentro de todas las variantes que pueden tener los espectáculos en vivo. Más de una vez el público de la Travesía nos decía que no le molestaba escuchar cuentos conocidos, que era como ir a un concierto de un cantante que te gusta. Siempre hay una canción que no te cansas de escuchar. De todas maneras, encontrar el equilibrio entre los estrenos y los cuentos ya contados fue toda una tarea. Descubrí que si una historia se engarza con otra a través de una conversación que resalta un aspecto, un tema, yo podía contarla y el público recibirla casi como si fuera nueva. La mirada se desplazaba discretamente de sitio y descubríamos cosas, el público y yo. Es toda una aventura ser una narradora de casa. Una aventura en la que hay que asumir riesgos continuamente, pero también es agotador y estresante. Me recuerdo más de un domingo agobiada, pensando "¿Qué cuento hoy?", cuando no había conseguido nada que me gustara en la semana. Como todo, tiene sus pros y sus contras. Y es bonito darle vueltas a estas cosas, oye.
ResponderEliminarBesos, y gracias Pep, por darnos temas de conversación.
Feliz verano
Magda
¡Hey Compañeros!Me encanta esta metáfora "los saltadores de vallas", porque me evoca inevitablemente la sensación de carrera de fondo, de oficio de resistencia que en nuestros comienzos y ahora, hoy más que nunca, es nuestro oficio. Y sí, para mi como para Magda (Y Mercedes y los cuanto Cuento y Cebel y Alfonso) fue ese nuestro comienzo. Fue como lanzarse a mar abierto a nadar a brazo partido. ¡Lindoy agotador! Antes de nuestra entrañable Travesía, la Trave, empezamos con los lunes en Cuarta Pared, con todo lo que ya habéis contado antes:buscar lo nuevo, dejar crecer los hallazgos, ¿que contaré hoy? ¿qué quiero contar? ¿qué vas a contar tú?
ResponderEliminarUna de las cosas más hermosas que recuerdo de esa experiencia de saltadores de vallas, fue una tarde que tenía un estado de ánimo particular, acababa de llegar de Perú y mi corazón estaba lleno de imágenes,emociones, nostalgia Entonces me nació una historia, me nació un cuento ahi, como timidillo se me fue acercando, me hizo cosquillas (ya sabéis cómo es eso) y se convirtió en una bella imágen de mi abuela tomando refresco de tamarindo con el rostro joven y los ojos llenos de los espejismos del desierto. Esa noche mi abuela estuvo en la Travesía y estuvo, además de todo, porque yo era narradora de casa.
Gracias a tod@s por llevarme a este recuerdo y dejarme compartirlo.
besos
Marissa