Ayer por la noche, en Lanzarote, tras el espectáculo de micropoesía de Ajo, nos fuimos a cenar por ahí. Éramos ocho o diez (el número fluctuaba porque había gente que se incorporaba, gente que se iba...) y en el grupo estaban Cristina y Miren, dos narradoras orales que viven y trabajan en Lanzarote. Hablamos bastante rato del problema de la insularidad, me explico.
Cuesta mucho encontrar un buen cuento para contar, cuesta mucho prepararlo y cuesta mucho echarlo a rodar. Para que un cuento esté rodado necesita unas cuantas sesiones de cuentos, así va creciendo, va limando sus aristas, va amoldándose a la garganta y la palabra de aire. Pero sucede que en islas tan pequeñas los espacios para contar son pocos y cuando uno empieza a rodar el repertorio ya está quemado: no ha dado tiempo a que termine de hacerse el cuento cuando hay que preparar nuevos cuentos porque uno va a contar a los mismos lugares otra vez (y no se puede repetir repertorio, obviamente).
Este problema sólo tiene una solución: más espacios para contar, y si en la isla no hay más espacios, hay que salir. A veces el mar es una barrera difícil de salvar, incluso en el caso de ir a otras islas cercanas: en verdad son pocos los movimientos de narradores orales entre islas y muchos menos los narradores de las islas que dan el salto a la Península para contar de vez en cuando.
No sé cómo se podría articular una solución para esta cuestión, pero hay que hacer algo. Quizás sería un tema para reflexionar en AEDA o tal vez habría que ver el modo de crear una estructura que facilitara ese salto a la Península para que los narradores de las islas al menos pudieran darse a conocer y tuvieran visibilidad y una oportunidad para ser contratados allá. Igual que a veces vienen narradores desde Iberoamérica u otros países de Europa o África y hacen unos bolos durante unas semanas y luego se marchan, de idéntica manera tendría que poder hacerse con narradores orales de las islas, narradores que viven en la necesidad de continuos cuentos nuevos y que llevan muchos, muchos años contando aquí, narradores que viven pegados al cuento a pesar de lo complicado que resulta a veces. Narradores que adoran esta profesión y que viven mucho más cerca de lo que pueda uno imaginar.
Hay que pensar en algo. Hay que hacer algo.
Saludos
mira eso suena interesante, en mexico andamos con algunos cuentero sque tienen un problema similar, el intentar generar no funciones si no mas bien espacios de practica precisamente para hacer creceer los cuentos, emulando el fenomeno del contar a lo mucho que hemos podido llegar es sesiones de video conferencia por internet, si soos un grupo de siete son siete veces que se cuenta el cuento y una sesion con todos los participantes del taller, si ya se que no es contar y que hay muchos factores mas que se pierden en una video conferencia, sin embargo el trabajo en cuanta generacion de estructuras orales para el cuento y la retroalimentacion de otrso cuenteros han generado reforzar un poco mas las historias. no es una solucion al problema, pero por lo menos una idea en forma de granito de arena para sumar en lo que se pueda
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