Sin embargo hay luz en este panorama, la familia (tíos y tías, primos, abuelos), los vecinos, los amigos, las profesoras, van sumando empuje para que esta familia, poco a poco, vaya recuperando la rutina de los días y pueda terminar la época de duelo (aunque el dolor es algo tan íntimo, tan hondo, que no sabe uno si termina de pasar o más bien aprende a convivir con ello).
No he podido dejar el libro hasta que lo he terminado: el texto es ágil, fresco, lleno de emoción y hondura sin caer en ningún momento en el patetismo o en sentimentalismos facilones. Hay alguna situación en la que piensas que todo va a romperse y que el libro va a terminar de la peor manera posible. Pero el tono con el que está escrito no parece señalar en esa dirección (y es que hay momentos en los que, a pesar de la dureza, sonríes o te ríes, directamente). Y todo esto, insisto, a pesar de mostrarnos esta radiografía del abandono y la tristeza.
Según avanza la lectura vamos asistiendo al despertar de sus protagonistas, vemos cómo vuelven a recuperar las riendas de los días y cómo, a pesar de las dificultades, el sol no deja de brillar.
Es un libro duro y también un libro feliz. Y, sobre todo, es una lectura deliciosa, emocionante, intensa. Una fiesta.
Un libro totalmente recomendable.
Saludos
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