Estoy releyendo Industrias y andanzas de Alfanhuí, de Rafael Sánchez Ferlosio, en Destino (Ignacio Sanz y su El lector engatusado tienen gran culpa de ello). Y como hace tanto tiempo que lo leí pues no recordaba unos párrafos maravillosos [¡que suceden en Guadalajara!] en los que se habla de contar al amor de la lumbre. Aquí los señalo:
"El maestro contaba historias por la noche. Cuando empezaba a contar, la criada encendía la chimenea. La criada sabía todas las historias y avivaba el fuego cuando la historia crecía. Cuando se hacía monótona, lo dejaba languidecer; en los momentos de emoción, volvía a echar leña en el fuego, hasta que la historia terminaba y lo dejaba apagarse.
Una noche se acabó la leña antes que la historia, y el maestro no pudo continuar.
-Perdóname, Alfanhuí.
Dijo y se fue a la cama. Nunca contaba historias sino en el fuego y apenas hablaba de día" (pp. 26-27)
"Alfanhuí conocía bien la leña. Sabía los maderos que daban llamas tristes y los que daban llamas alegres; los que hacían hogueras fuertes y oscuras, los que claras y bailarinas, los que dejaban rescoldo femenino para calentar el sueño de los gatos, los que dejaban rescoldos viriles para el reposo de los perros de caza.[...] Así llegó Alfanhuí con un brazado de leña escogida y se puso a encender el fuego. El maestro lo contemplaba desde su silla [...] se le pusieron brillantes las pupilas y una sonrisa a flor de labios. Luego dijo: Para tu primer fuego, Alfanhuí, te contaré mi primera historia." (pp. 32-33)
Es inevitable no relacionar esta historia con esta otra de un libro que está a punto de salir, Palabra de cuentero, de Nicolás Buenaventura Vidal, en Palabras del Candil. Otra maravilla.
Saludos
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