lunes, 19 de abril de 2010

Por los caminos de la tierra oral (IV)

El domingo fue un día en verdad completo.
A primera hora estuvimos en Alcalá de Henares donde participé de la ronda de cuentos en la fachada de la Universidad Cisneriana. Un lugar común entre los colegas de oficio es que se aprende mucho cuando ves y escuchas a otros compañeros contar, y ayer Begoña pudo comprobar que es cierto. Me interesaba mucho que ella pudiera ver a otros narradores contar para reafirmar que una de las claves del oficio es encontrar la propia voz: allí vimos a Martha Escudero, a Maricuela y a Carles, maestros todos en lo suyo. Ah, también fue interesante ver lo duro que es la calle para contar, aunque los Légolas se encargan de que apenas se note que calle es, o más bien plaza es, el lugar donde contamos.
Por culpa de la lluvia la ronda de cuentos se quedó en poco más de una hora, pero fue suficiente para tener de que hablar durante el viaje que emprendimos nada más salir de Alcalá.
Porque nos fuimos rápidamente a San Clemente, en Cuenca, donde teníamos tres sesiones de cuentos, una para niños/as (2-6 años), otra para niños/as (6 en adelante) y otra para adultos. Contar en San Clemente, para mí, es una fiesta, llevo siete años yendo, y de los 20 niños y 15 adultos que fueron en el primer año a los más de 400 personas que hubo ayer de público, el paso ha sido importante. Mucha culpa de ello tiene la perseverancia de Vicen, la programadora, y el apoyo del ayuntamiento por que esta actividad se consolide.
Además en San Clemente se cuenta en el teatro, y era importante que Begoña viera también este espacio.
Las tres sesiones fueron estupendas, y en las tres conté y ella contó, pudo disfrutar de los cuentos para los pequeños, y pudo también sudar la gota gorda con el cuento que contó para adultos. Fue estupendo porque en estos días hemos vivido sesiones muy variadas, algunas con público muy entregado y otras más difíciles, y en todas estas situaciones Begoña ha salido adelante. Creo que ella tiene aptitudes, ahora será decisión suya seguir formándose cuando vuelva a las islas, porque todo narrador, narradora, sustenta su quehacer en el repertorio, otra de las claves del oficio. Y el repertorio es un saco enorme que nunca está lleno, insaciable, una caldera que precisa de carbón continuamente. Pero de momento ella va viendo y va viviendo la experiencia del acto narrativo, la fiesta de la palabra, los buenos momentos y alguna que otra amargura. Y todo son experiencias estupendas en este camino que hemos emprendido juntos por la tierra oral.
Hoy estamos en Cáceres (llegamos anoche tardísimo), más tarde os contaré.
Saludos

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