jueves, 22 de abril de 2010

Por los caminos de la tierra oral (y VII)

Hoy se ha marchado Begoña a su isla, tenía ganas de mar y sol y familia. Pero también se iba contenta y feliz por los días pasados (eso ha dicho) y con mucho que rumiar después de la experiencia vivida (eso ha dicho también). Pero antes de nada os contaré cómo han sido los últimos días, ayer y hoy.
Ayer estuvimos todo el día en el "CEIP Cervantes", en Cáceres, sesiones de cuentos con todo el cole salvo con 5º y 6º, con los que tenía visita de autor (aunque algún cuento cayó, claro). Una vez más una biblioteca deslumbrante, unas profesoras estupendas y un centro que ha preparado nuestra visita con mucho cariño. Una vez más. Y es que acaba uno abrumado con tanta fiesta y tiene miedo de hasta quedarse sin palabras (un cuentista sin palabras sería lo último, ¿no?)
Lo cierto es que ayer Begoña estuvo con nosotros todo el día y contó en un par de sesiones y disfrutó con ello. Contar es una fiesta, siempre: este oficio nuestro a veces resulta agotador, otras veces estresante, otras complicado, pero siempre es una fiesta. Incluso en los momentos más complicados sentir que hay un público que te alienta, un grupo de personas que tira de ti... es imposible no salir adelante.
Tras las sesiones en el cole y la charla para profes por la tarde nos volvimos a Guadalajara (condujo ella, otra ventaja más de ir en pareja) y pasamos todo el viaje hablando de detalles de las sesiones, de esas pequeñas cosas que hacen grandes los cuentos.

Hoy, esta mañana, fuimos a Majadahonda a contar cuentos a chicos y chicas de sexto de primaria, en la Biblioteca Francisco Umbral. Fueron cuentos de miedo y humor, un género que Begoña no había catado todavía. Un par de sesiones intensas y complejas pero muy gratificantes en las que ella no contó pero de las que pudimos hablar un buen rato mientras nos dirigíamos al aeropuerto.

Tomando una última cerveza mientras los aviones despegaban en la pista, charlábamos, y entre las conclusiones que me comentaba Begoña estaba la siguiente: vista toda la tramoya del cuento, desde el texto hasta la boca, desde el corazón hasta el ojo (pasando también por la oreja), la aventura de la palabra dicha no resulta tan "sencilla" como pueda parecer a simple vista. Son muchas las cuestiones a las que atender, muchos temas sobre los que ahondar, muchos puntos en los que fijarse, muchos. Ahora ella tendrá que pensar sobre todo esto y reflexionar y rumiar las notas de su cuaderno y las imágenes de su retina. Llega el momento del trabajo en solitario, al menos por un tiempo. Porque esta aventura continúa. Esta propuesta de la formación con un mentor la planteo de manera continuada en el tiempo, sin prisa pero sin pausa, así que espero que pronto podamos compartir cuentos, palabras y sueños.
De momento Begoña se ha marchado (te dejaste el paraguas) y hoy ando como manco por la casa.

2 comentarios:

  1. Es asombroso que habléis tanto sobre esto, los cuentos, y que encontréis tanto que decir. Super interesante. Claro que al fin y al cabo... todo son cuentos ¿no?. Pero de vez en cuando vengo por aquí y me encanta leerte, Pep. Creo que era Chesterton el que decía "El otro día conocí a un hombre ¡que no creía en los cuentos de hadas!"
    Un abrazo,

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  2. Víctor, muchas gracias por tu comentario. Aprovecho para decirte que a mí también me gusta mucho entrar en tu blog de vez en cuando.
    Por cierto, sé que están comentando El río que se secaba los jueves en Narrantes, espero que pronto pueda hacer una entrada aquí (quería releerlo antes) y contarte alguna cosa que me pasó con él hace tiempo.
    Un abrazo
    Pep

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