El pasado sábado, por la mañana, estuve en Zaragoza en una presentación de Palabras del Candil. Por la tarde fui a Nuez de Ebro a contar, primero para jóvenes y luego para adultos. Las sesiones fueron muy agradables y creo que lo pasamos bastante bien.
Ahora, de camino a casa estuve pensando y me di cuenta de que había estado contando algo más de tres horas sin desmayo, con un ánimo insólito, sin apenas cansancio... Le di bastantes vueltas al asunto buscando, sobre todo, el porqué de tan incontenible energía oral.
Hoy me ha llegado un correo de Sandra Araguás con un par de fotos que resuelven el misterio: Ana, la bibliotecaria, me había llevado unas exquisitas croquetas caseras para reponer fuerzas entre una sesión y otra.
El secreto, no me cabe la menor duda, estaba en las croquetas.
Saludos
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