Acabo de terminar de leer un libro maravilloso titulado ¿Rinoceronte? ¿Qué rinoceronte?, escrito por Pablo Albo y publicado por Everest. El libro tiene ilustraciones de Lucía Serrano y fue, además, ganador del XIII Premio Leer es Vivir (dimos noticia de este galardón en su momento).
Tengo la suerte de ser amigo de Pablo y, además, de haber conocido a Flipi, el erizo con el que comienza el relato. A quienes no he tenido el gusto de conocer (hasta hoy) ha sido al numeroso grupo de personajes que aparecen después de Flipi y que hacen de este librito una aventura deliciosa (y delirante). Maravilloso el elefante Rendija, el león Postizo (y su relación con el padre), el cocodrilo (con esa mirada tan inexpresiva y esa voracidad pecuniaria), el abuelo, el rinoceronte (¿qué rinoceronte?)... la retahíla de personajes es extraordinaria.
No solo es una virtud del libro este coro extraño y entrañable de personajes, sino que también lo es su perfecto funcionamiento coral, su plasticidad, su perfecto encaje en un todo orgánico verosímil y vivo. En este punto el Pablo escritor nos muestra un asombroso magisterio del oficio: Pablo no es una joven promesa, es un escritor como la copa de un pino.
El texto tiene un ritmo perfecto que hace avanzar la historia de forma alegre, como el juego de un niño que salta correteando por la acera, de forma aparentemente sencilla, natural, lógica (dentro del nivel de ficción en el que nos ha metido el autor), y al mismo tiempo el texto contiene una serie de elementos recurrentes que lo fijan para que no se escape, para que la historia no se pierda entre tantos destellos geniales. Así pues el equilibrio entre el avance y los elementos constantes me parece perfecto. Perfecto de verdad. Igual que me admira el equilibrio en otros planos de este relato (el humor, la acción, las recurrencias, la partitura coral...).
Además sucede que la delirante situación inicial no es un mero catálogo de despropósitos, sino que se convierte en el problema a resolver, el motor de la acción. Y con los recursos de que dispone el protagonista (en ese contexto extraordinario) va a tratar de resolverlo; este es un elemento más que suma a la verosimilitud del relato.
Me he reído mucho leyéndolo, he disfrutado mucho, he tenido mucha curiosidad por saber cómo se resolvería el embrollo, y me ha encantado la solución. Ha sido una lectura maravillosa, completamente deliciosa. Me han entrado muchas ganas de subirme a ese tren último y seguir con las peripecias de este grupo tan estrafalario y divertido.
Y para más deleite, un par de citas de contar (bueno, la segunda es más general):
"En cuanto nos quedábamos sin libros, mi abuelo, a la luz de las velas y en el silencio de la casa, empezaba a contarnos historias. Todos los animales callaban y se sentaban frente a mi abuelo para escuchar." (p.18)
"Cuando el gusanillo del espectáculo se te mete en el cuerpo no te abandona jamás." (p. 81)
En suma, una lectura que os recomiendo encarecidamente. Todo un regalo para el ojo y el corazón.
Saludos
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