Ayer en el viaje en tren releí un libro maravilloso:
El Gran Gigante Bonachón. Me dio hambre de más libros de
Roald Dahl, de esos que había leído hace mucho tiempo, y esta tarde en la hora de la siesta me animé con
El Superzorro, también en Alfaguara, con ilustraciones (como casi siempre) de
Quentin Blake y con traducción de
Ramón Buckley.
Una vez más nos encontramos con una historia desnuda: situación inicial, nudo-problema y desenlace en el que los buenos son astutos y, aunque más débiles, vencen a los malos, que son muy malos. Un lenguaje claro, directo, que permite una narración trepidante. Problemas y más problemas que no consiguen desanimar a un zorro que merece, de todas todas, ser conocido como Superzorro. Y una vez más nos topamos con las secuelas que quedan al implicarse en la lucha contra los malos: el zorro pierde su cola. Este tema me parece interesante porque da veracidad a las historias y me recuerda, por ejemplo, a la película
Valor de Ley, donde la niña protagonista no sale indemne de su aventura.
Y ya que hablamos de cine. Este libro
tiene una versión en filme estrenada no hace mucho y que, según creo, no tuvo demasiado éxito: quizás sea porque alarga la historia añadiendo (bastantes) partes que no existen en el libro. La película no me desagradó, me transmitió esa sensación de zorro-a-punto-de-ser-capturado que se salva gracias a su vehemencia, pero sí me resultó algo larga... en esto hay que atender a los maestros, y Roald Dahl era, incuestionablemente, uno de ellos.
Saludos
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