martes, 7 de febrero de 2012

Charles Dickens

Hoy hace doscientos años nacía Charles Dickens, uno de los grandes escritores en lengua inglesa. En sus libros puso luz sobre las oscuras tripas del industrialismo y la esclavitud de las clases pobres de la Inglaterra de principios del S. XIX.


No he leído mucho de este autor, quizás haber visto algunas versiones de Oliver Twist o David Copperfield en cine me han hecho postergar su lectura. Pero esto no es un problema, es más bien una suerte: ¡quedan tantos buenos libros por leer!
Sin embargo sí tengo una pequeña historia alrededor de un libro de este autor que aprovecho para contar ahora.
En verano de 2006 fui a contar cuentos a varios países de Iberoamérica, el periplo duró unos cuarenta días y me llevó desde Panamá hasta Argentina pasando por Paraguay, Bolivia, Brasil y Venezuela (en algunos de estos sitios sólo estuve de paso). Lo cierto era que mi intención fue llevar un equipaje reducido, apenas una maleta pequeña y una mochilita de modo que las dos entraran como equipaje de mano en los aviones para no andar embarcando bultos en cada uno de los trece vuelos que tenía previsto. A pesar del poco espacio que esto suponía organicé mi equipaje tanto para el tropical Panamá como para el invernal Buenos Aires y la posible escala de climas (con la técnica de la cebolla ;))).
Luego la cosa no fue tal como la planeé pues en medio de la gira apareció la ley (o moda, o negocio, no sé) por la que no se permitía llevar botes con líquidos en el equipaje de mano y tuve que empezar a facturar todo en cada vuelo. Además sucedió que de cada país me quería traer algún recuerdo y día a día mi equipaje crecía y mis dos maletitas iniciales acabaron siendo cuatro. Pero eso es otro tema.


Lo cierto es que para un equipaje tan exiguo y tantos viajes previstos tuve que seleccionar con mucho cuidado las lecturas (y ediciones) que me llevaba. Y finalmente escogí tres títulos (sospechando, como así fue, que a lo largo del viaje alguno más adquiriría), y uno de ellos fue Los papeles póstumos del Club Pickwick, la primera novela de Dickens.
Recuerdo que la lectura de aquel libro (en tres volúmenes, en la edición de bolsillo de Alianza) se convirtió en un modo de aferrarme a casa: abrir el libro era recordar el lugar de la biblioteca donde estaba, en el salón, y de ahí, de recordar lo familiar a sentir a mi familia, había un suspiro. Así el libro me acercaba los míos (¡mis hijos eran tan pequeños por aquel entonces!) y me hacía menos penosa la ausencia. Sucedía también que las aventuras de los peculiares viajeros del Club Pickwick, tan divertidas y ridículas, me ayudaron a dar un poco de distancia a mis propias vivencias y experiencias.
Fue así como este libro se convirtió en una lectura verdaderamente especial para mí, un verdadero gran compañero de viaje. Y aunque mi plan inicial era ir abandonando los libros según los iba leyendo... no pude hacerlo. Le cogí tanto cariño a esa edición, me resultó tan buena y acogedora su compañía, que la sola idea de ir abandonando los libros en las paradas de mi viaje se hizo repugnante. Y acabé trayéndolos de vuelta a casa.
Todavía hoy, de vez en cuando, tropiezo con los tres libritos en mi biblioteca cuando ando merodeando sus baldas. Sólo con verlos el recuerdo de los viajes, de las experiencias vividas, de las gentes maravillosas que conocí, se hace nítido y fuerte y me entran ganas de volver a enredarme en largos vuelos y giras exóticas.
Pareciera como si los libros de Dickens quisieran volver a salir de paseo.
Saludos

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