jueves, 7 de junio de 2018

Contar (bien) cuentos

Hace años que entre colegas hay un interesante debate (o discusión o posiciones distintas que no terminan de encontrar un lugar común) sobre cómo denominar a esto que hacemos, a este oficio nuestro de contar cuentos. Hay quienes defienden el término cuentacuentos, quienes el de cuentista, otros tratan de reforzar narrador oral, otros apuestan por contador de historias, o cuentero, o cuentahistorias... En muchos casos es porque se considera que hay términos connotados negativamente, por ejemplo "cuentacuentos" es algo que parece infantil, poco cuidado, en el que pueden ocurrir cosas muy variadas que no tienen por qué ser narración oral: desde lectura en voz alta a pintacaras pasando por globoflexia o rellenar fichas. Por eso en el colectivo de cuentistas hay muchos que tratan de promocionar un nombre no connotado, que pueda prestigiarse. Pero en cuanto eso ocurra (si ocurre) es posible que de nuevo aparezcan quienes se cobijen en esa denominación para articular su retahíla de actividades diversas (y no propiamente de contar cuentos).

Quizás sería interesante pensar en esta cuestión: la denominación no es tan importante cuando todo el mundo entiende de qué se habla, especialmente algo que nos acompaña desde hace tantos miles de años como contar cuentos. Por ejemplo el pasado domingo Mario Vargas Llosa en su artículo "Los cuenteros de Zacapa" en El País utilizaba indistintamente, como sinónimos, unos términos y otros (narrador oral, cuentacuentos, cuentista, cuentero, contador de cuentos), todos hacían referencia a lo mismo: personas que cuentan cuentos.
Comprendo que es importante hacer una marca, prestigiar una denominación que englobe a esto que hacemos, pero también pienso que lo importante para prestigiar no es sólo (o no es tanto) la denominación como la calidad de lo que ofrecemos.

Hay lugares que ofrecen algo a lo que denominan cuentos contados, pero no lo es; o hay quienes piensan que contar cuentos es "cualquier cosa vale", y no vale.
Pero también hay lugares donde el cuento contado está cómodo, espacios que miman la palabra dicha, que la cuidan, que velan porque la experiencia de contar y escuchar cuentos sea deliciosa. Igual que hay cuentistas que buscan con empeño los mejores materiales, que los trabajan de la mejor manera posible, que no dejan de aprender, de reflexionar, de probar... para ofrecer una propuesta artística inolvidable.
Y sí, a esos lugares y a esos narradores uno no deja de volver cuando quiere disfrutar de grandes y maravillosas historias contadas.
Y quizás esas ganas del público de volver para escuchar cuentos, o ese empeño porque tal o cual cuentista vuelva a ser programado, sea, al fin y al cabo, nuestra mejor marca de calidad.
Saludos

3 comentarios:

  1. Hola Pep, soy muy nueva en esto de pensar y reflexionar sobre la narración oral. No tengo ni experiencia ni autoridad para decir u opinar sobre lo que planteas aquí pero soy asidua de los eventos de narración oral y creo que he empezado a saber distinguir quienes nos ofrecen una experiencia cuidada y delicada en torno a la lectura y al acto de contar historias y quiénes no. Sin duda me inclino aa pensa, porque , además, es mi experiencia, que no importa tanto como se denominan sino la experiencia que ofrecen y que lleva implícito el respeto que profesan a su publico. Hay de todo y quiza tenga que haberlo pero una va aprendiendo y ese placer del descubrimiento es un efecto colateral del buen trabajo que hace lxs verdaderxs narradores.

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  2. Bueno, Pep, te veo muy permisivo. El nombre es la esencia de la cosa, recuerda Borges que dice El Cratilo. Entiendo lo de Vargas Llosa porque él no es un profesional, pero una Asociación profesional no debería, me parece, andarse con ambiguedades. Fíjate lo que dice la profesora del instituto de Azuqueca, toda elogios hacia ti, fíjate como apunta al rechazo que generó la actividad, rechazo o suspicacia precisamente por eso, por el nombre. Creo que no es una cuestión menor. Tu puedes ser puntualmente un cuentacuentos, pero si alguien te presenta como cuentacuentos, creo que te hace un flaco favor porque tu experiencia, tu sabiduría, tu destreza cuentística no se corresponde con el concepto que suele haber detrás. Por eso, en alguna ocasión, tratando de agraviarme, alguién con el que he mantenido una polémica, me llamó así, cuentacuentos. Abomino de la palabra porque arrastra con ella un concepto en el que no me reconozco. Aunque, como tú, también de manera puntual, haya ejercido como cuentacuentos. Un abrazo.

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  3. Hola. Buen día.

    Yo me identifico como: Narrador. Pero en la confección de los avisos o el anuncio de la actividad prefiero lo de: Cuentacuentos. Aquí en mi medio es eso: El que cuenta cuentos.

    Al menos no me lo imagino inflando globos o haciendo números de magia, o chiste por el chiste mismo.

    No me gusta Cuentero. Particularmente a mi. Yo escribo Cuentero en youtube y puedo apreciar numerosos videos de oficiantes haciendo comedia y cuando se disponen a contar una historia, está se pierde en todo lo que ellos dijeron o actuaron antes del cuento.

    Hay quienes dicen Cuentista, pero esto se liga con lo adjetivo, como el timador y trapacero.

    También digo: decidor de historias. Hablador de mitos y leyendas.

    El señor Vargas Llosa escribió sobre los Cuenteros de Zacapa y esto ha permitido que la actividad pueda ser visibilizada por estos días.

    Saludos

    Carlos Torres, desde Perú.

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