domingo, 2 de septiembre de 2018

Crónicas colombianas (y III)

El sábado 18 de agosto salí muy temprano de Pereira (a las 4,30 de la madrugada me recogían en el hotel) para subir a un vuelo con destino a Bogotá y de ahí coger otro avión con destino a Barranquilla (en estos 25 días he cogido 8 vuelos y he subido a 9 aviones, la explicación de este "desajuste" está al final de esta crónica).

Llegué a Barranquilla sobre las 12,30, allí me alojaron en un hermoso hotel (El Prado) bien preparado para resistir ante los embates del calor y la humedad del Caribe.
Después de almorzar descansé un ratito porque la tarde iba a estar bien movida, a las 16,00 tenía función familiar y a las 19,00 función para público adulto. Todo en el espacio de Luneta 50. Me permitís ahora que pare un momento en el relato y os hable de lugares como Luneta 50 en Barranquilla o Vivapalabra en Medellín. Estos espacios viven empeñados en dar a conocer las historias contadas, son lugares físicos con programación continua de narración oral a lo largo del año y también son espacios de formación y reflexión sobre el hecho de contar cuentos. En Vivapalabra hay una formación reglada de cinco semestres, con un equipo de profesorado y unos contenidos bien amplios alrededor de la palabra dicha; en Luneta 50 se fomentan los talleres, conversatorios y demás espacios de reflexión para cuenteros y personas interesadas. Ambos espacios organizan, además, sendos festivales de narración oral de referencia en el ámbito y con proyección internacional (Entre Cuentos y Flores en Medellín y El Caribe Cuenta en Barranquilla). Y también ambos espacios laten gracias al músculo poderoso de personas que creen en el cuento contado y ponen todo su empeño y su ilusión en que estos proyectos crezcan, perduren, brillen... Detrás de Vivapalabra están Jota Villaza y Luz Marina; detrás de Luneta 50 Manu Sánchez y Zolia; y detrás de ambas parejas hay un enorme equipo de personas que suman sus manos para que ambos proyectos se consoliden. Conocer estos lugares y a toda esta gente que cree en los cuentos contados ha sido, sin duda, lo más hermoso de todo este viaje.



Y aquí tenéis fotos de la función familiar y también de la función para público adulto. Las fotos son de Néstor de León (me encanta las fotos que hace, a ver si las consigo todas y puedo hacer un álbum completo en mi web).



Después del intenso día de llegada el domingo y el lunes pude descansar y hacer algo de turismo (Romer, Martha y Lilith se animaron a llevarme a Cartagena de Indias donde pasamos un día inolvidable).



Y el martes 21 y el miércoles 22 tuve sendas funciones de cuentos (una en la Galería del Mar, en Puerto Colombia, y otra en la Galería de la Paz, en Barranquilla) y sendos talleres para gente interesada en los cuentos contados. Las fotos son también de Néstor de León.



Esos días contando en Barranquilla fueron de abrebocas, a modo de aperitivo, un previo a la vigésimo primera edición de El Caribe Cuenta que comenzaba el final de semana en el que yo estaría ya de vuelta a España. Fue un lujo ser el anticipo del festival, pude disfrutar de la compañía de todo el equipo de Luneta 50 y pude contar cuatro funciones completas (tan difícil de hacer en festivales), así como impartir dos talleres (uno de ellos con 70 asistentes) para cuenteros y gente interesada. No coincidí con compañeros de ofico (salvo Aldo Méndez y Romer Peña, que ya andaban por allí atendiendo a la prensa) pero sí pude disfrutar del trabajo en calma. También fue un regalo.


Finalmente el jueves, viernes y sábado los pasé en Bogotá, descansando y paseando en compañía de la familia Guarnizo Caro, en verdad un completo regalo, un fin de fiesta ideal para unos días bien intensos.


Ah, sobre los nueve aviones y los ocho vuelos. El vuelo de vuelta a España se retrasó 15 horas, las cuatro primeras las pasamos sentados en el avión, cuando vieron que la avería era cosa seria nos bajamos y nos fuimos a un hotel un ratito a descansar algo (5 horas), y al día siguiente volvimos a subir al avión (¿el mismo, otro?) y emprendimos el vuelo de vuelta. El retraso fue agotador, tenso, con algunos momentos desagradables... pero tuvo una cosa buena, gracias a que el avión salió 15 horas después me encontré en el aeropuerto (de pura casualidad) con Rodolfo González, un narrador costarricense extraordinario con el que espero volver a coincidir, uno de esos amigos que te regala el oficio de contar cuentos, qué lujo.


Y esto ha sido todo, que no es poco.
Saludos

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