domingo, 6 de junio de 2010

Selas

Si como dice el adagio ya clásico la infancia es la patria del hombre, entonces este final de semana he estado en mi patria, o al menos en una de las más grandes provincias de mi patria, porque he estado en Selas: el lugar de mi niñez.
Selas es un pueblito del Señorío de Molina que durante el invierno tiene unos 35 habitantes; es el lugar donde aprendí a ir en bici, donde construí mis primeras cabañas, donde corrí calles, hice mis grandes amigos de infancia, aprendí a jugar a beso, verdad o atrevimiento y también donde hice alguna que otra trastada. Un paraíso para el niño que fui (aunque hasta de los paraísos más divinos puede uno ser expulsado).
Selas está siempre presente en mi imaginario cuando escribo cuentos para niños y niñas, algunos personajes, algunos hechos, algunos lugares que aparecen en mis libros son fácilmente localizables en Selas.
Lo cierto es que este final de semana he estado en Selas con mi mujer y mis hijos, y ha sido estupendo compartir de nuevo tiempo y espacio con tanta gente que forma parte de mis recuerdos.
Fui allí a contar cuentos y, sobre todo, a presentar un libro que he escrito y que está dedicado a Selas. El libro se titula Un lugar donde ser feliz, y está bellamente ilustrado por Lucie Müllerová. Si queréis haceros con algún ejemplar fijaos bien que sea la segunda edición (febrero 2010) porque la primera está llena de erratas y algún error inaceptable (es incomprensible que la editorial no haya retirado de las librerías la primera edición).
Vuelvo feliz de Selas, ha sido como un viaje a lo hondo del alma.
Sé que el día a día allí es duro: un pueblo sin una tienda, con pocos habitantes, con inviernos largos y fríos, donde no es fácil encontrar trabajo y a veces resulta complicado criar allí a un hijo. Lo sé. Pero también sé que es un paraíso, el paraíso del niño que fui. Un paraíso que vendrá siempre conmigo.
Vuelvo feliz de Selas.

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