viernes, 7 de octubre de 2011

El Dr. Jeckyll y Mr. Hyde

Acabo de terminar de leer El Dr. Jekyll y Mr. Hyde, un relato clásico de Robert L. Stevenson, la edición que he leído está traducida por Carmen Criado y publicada por Alianza Editorial. La verdad es que soy de los que piensan que hay que leer de vez en cuando textos clásicos: uno siempre se pega un festín de buena literatura y se siente viajero por selvas frondosas, oscuras, se siente aventurero pero nunca solo, pues sabe que son selvas transitadas por lectores felices a lo largo de los años, de los siglos.


Además sucede que este libro no ha envejecido mal, es un libro que se lee con gusto no como otros clásicos que han tenido un mal paso de los años (pienso en algunos títulos de Julio Verne, por ejemplo). Lo que le pasa a muchos de estos libros es que se han convertido en mitos modernos y la gente ya conoce mucho de la historia y piensa que no merece la pena leer el original, el punto de partida del mito, el texto del que surgieron películas y obras de teatro y muchas otras propuestas artísticas. Sin embargo hay que leer estos textos, hay que leer a Poe, por ejemplo, aunque sepamos todos sus cuentos y ya no nos impacten de la misma manera que noquearon a sus primeros lectores, porque en esta nuestra lectura hay otros detalles, otros matices, interesantísimos en los que podremos fijarnos y con los que disfrutar. En otras ocasiones sucede que leyendo estos mitos uno entiende por qué lo son y por que han subyugado a tantos lectores. Hay de hecho libros archiconocidos que no han sido superados (si no más bien maltratados), ni de lejos, por sus hijos (películas, más libros, teatro...), pienso por ejemplo en Drácula, la lectura del original de Stoker me fascinó como pocos libros lo han hecho.
El caso es que he leído El Dr. Jekyll y Mr. Hyde y ha sido una lectura gozosa, estupenda. Tanto por su trama compleja y llena de misterio (uno trata de imaginarse cómo recibirían este libro sus primeros lectores, desconocedores de lo que contenía y de lo que sucedería en su trama) como por el ritmo imprimido, el avance de la historia, la oscuridad de su ambientación, sus personajes estupendos... Es verdad que en algunos momentos la prosa puede resultar algo farragosa, rocosa, pero en cuanto entras en su lectura y te dejas llevar por las impresiones de sus personajes, por la lectura de sus cartas, por el avance de la historia... quedas completamente atrapado. Y deslumbrado. Porque la resolución final, la explicación del propio protagonista en su última carta, la fina descripción de la batalla entre el bien y el mal (y lo atractivo del mal y lo anodino que a veces parece el bien), es extraordinaria.
Hay que leer los textos que ya son clásicos, hay que volver a ellos de vez en cuando. Son una fiesta segura.
Saludos

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