martes, 17 de enero de 2012

De lecturas fallidas

Si entráis regularmente en el blog veréis que suelo reseñar bastantes libros. Por lo general son libros que acabo de leer y que me han gustado, por eso los anoto aquí (y los recomiendo). Pero también hay veces (muy pocas, eh) en las que las reseñas no son positivas, quizás porque el libro falla o, sencillamente, porque no me ha interesado. Intento en estas ocasiones que en el post aparezcan argumentos que expliquen por qué no me ha gustado el libro y trato de hacer una crítica constructiva. Aunque lo habitual es que si un libro no me ha gustado, no lo reseñe aquí y santas pascuas.
Pero es que, además, hay otros libros cuya lectura no termino. Generalmente suele suceder por dos motivos. Me explico.

Uno, porque sienta que esa lectura no es para ese momento, que me interesa pero que necesito estar más descansado o con más tiempo o con otra actitud... para zambullirme en él. En este sentido el ejemplo más significativo es El Quijote, a los 16 años me compré un ejemplar (que todavía conservo) y traté, en varias ocasiones, de leerlo. Pero cuando llegaba más o menos a la página 200 lo dejaba: sentía que el libro era extraordinario pero también sentía que me estaba perdiendo mucho y que no lo disfrutaba como podía disfrutarse. Creo recordar que intenté leer el libro en cinco o seis ocasiones, pero ese sentimiento como de estar perdiéndome mucho y de lo mejor seguía reteniéndome a la hora de avanzar en la lectura. Sin embargo, con 22 años me volví a poner con él y fue una experiencia maravillosa, leí el libro de un tirón en apenas cinco días riéndome a carcajadas, disfrutando, emocionándome como en pocas ocasiones. Desde aquel momento hasta hoy El Quijote es, con diferencia, el libro que más veces he leído y disfrutado. 
Así pues, una razón por la que a veces puedo dejar un libro sin terminar es porque pienso que no es el momento para esa lectura, pero que seguramente más adelante llegará la ocasión. De estos libros he tenido muchos y, en general, se han convertido en libros que se han quedado muy cerca de mí.

Dos. La otra razón por la que dejo un libro a medias es, sencillamente, porque no me gusta, no me interesa, no me engancha: puede ser que sea una buena historia pésimamente contada, o una historia horriblemente mala bien contada o los dos problemas de la mano (mal narrador, mala historia), o pueden ser otros motivos: el ritmo, la carga metafórica, la mala organización de la trama, ¡que todo sea horrible!... Un ejemplo bien claro, para mí, de libros que abandoné con gusto es El segundo viaje a la Alcarria, de C. J. Cela, me pareció un tostón tremendo (y no estamos para sufrir más de lo necesario).
[Ojo, no confundir mala historia, mal narrador... con que los personajes me provoquen rechazo (como Humbert Humbert de Lolita, libro que me gusta) o la historia me repugne (como en American Psycho, libro que leí del tirón), pues uno siempre puede pensar que el autor pretendía eso (y lo ha conseguido, obviamente). Esto no es razón para mí para dejar un libro.]
Personalmente, el peor de todos los motivos que me empujan a abandonar un libro es sentirme estafado, especialmente cuando se ve detrás de la tramoya narrativa una gruesa carga moralizante / didáctica / metafórica lastrando a la historia: este es para mí el problema mayor ¡porque puedo cogerle manía al autor o a los libros! A veces me ha pasado con libros de autores importantes que generalmente disfruto y sigo como C. S. Lewis y sus Narnia o M. Ende (¡uno de mis autores favoritos!) en algunos de sus cuentos (sobre todo en El espejo en el espejo, que he abandonado a medias hace unos días con un cabreo notable y motivo de este post).

Entiendo que detrás de toda historia hay una escala de valores, una forma de ver el mundo, de entenderlo y contarlo. No existe un cuento, un libro, que no lleve implícita una carga didáctica. Pero cuando todo se arma en función de esa carga y se trata de vestir la historia para que sea útil para difundir la verdad y adoctrinar, ufff, no puedo con ello. Eso del sacrificio de sangre de Aslan para salvar a los hombres, morir y resucitar al tercer día... es superior a mí. Igual me sucede con algunos cuentos de Ende, me resultan demasiado catequizantes (o con voluntad demasiado catequizadora).
Los libros que más me gustan son los que me provocan preguntas, los que me hacen pensar, emocionarme, disfrutar, inquietarme, los que me llevan la contraria ¡y hasta me convencen!, no los que me dicen esto es así, lo tomas o lo dejas. Y claro, ante tomar o dejar no dudo: lo dejo. 
Saludos

1 comentario:

  1. Tampoco me gustan nada los libros que me van señalando lo que tengo que pensar. Prefiero pensar yo solita.

    Y hago lo que tú, si un libro me gusta lo reseño para dejar en alguna parte las sensaciones que me provocó su lectura. Si no, a otro que hay muchos.

    En los últimos tiempos es cuando más libros estoy abandonando.

    Un beso

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