sábado, 29 de abril de 2017

Contar en Rabat (y IV)

Esta mañana aproveché para dar un largo paseo hasta Chellah, la necrópolis árabe del siglo XIV hecha junto a los restos de Sala, una ciudad romana del siglo I AdC. Impresiona la acumulación de restos e historia en tan poco espacio.
Aquí os dejo unas cuantas fotos, primero de las ruinas romanas (viviendas, zona de tiendas, restos de columnas, base del arco del triunfo, etc.) y después de la necrópolis árabe.
En la necrópolis hay una mezquita y una madrasa, el minarete conserva restos de azulejería (muy bella, por cierto) y en la necrópolis está la tumba de Abu al Hassan, el sultán negro, de las tribus benimerines (cuyos dominios llegaron hasta la Península Ibérica), su mujer y su hijo.
También hay un cuidado jardín con más de 80 tipos de plantas en el lugar. La verdad es que me encantó el paseo, además fui pronto y llegué justo antes de la marabunta de turistas.

Entrada a la Chellah.

A la izquierda las ruinas romanas y a la derecha las ruinas árabes.



Restos romanos y al fondo las murallas árabes.


Restos de la ciudad romana.


En la entrada a la parte árabe. Por esa puerta se entra en la madrasa (escuela de estudios del Corán). Al fondo el minarete.


Detalle de la madrasa, con el estanque y los cuartos de los estudiantes.


Detalle de la tumba de Abu al Hassan, su mujer y su hijo.


Tras disfrutar de la Chellah fui a ver el Palacio Real, que es algo así como una ciudad dentro de la ciudad, ostentosa y con la residencia del rey actual rodeada de una gran explanada y jardines muy cuidados. Me ha llamado la atención justamente eso: del laberinto abigarrado del pueblo en la medina al espacio vacío del palacio real. Dos mundos. No hice fotos en el palacio.
Después fui en busca de unas postales y unos sellos, esto siempre me acaba ocupando mucho tiempo porque cuando encuentras postales no encuentras sellos, y cuando por fin tienes todo no encuentras buzones. En fin, en medio de esta búsqueda me topé con una librería estupenda (pura serendipia) y pasé un rato curioseando libros álbum y, obviamente, acabé comprando alguno.
Ya estoy preparando mi equipaje para volver a casa. Qué alegría volver (sobre todo por abrazar a los míos) y, al mismo tiempo, qué tristeza partir.
Y aquí terminan estas crónicas.
Saludos

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