jueves, 13 de abril de 2017

Hasta (casi) 50 nombres

Acabo de terminar de leer Hasta (casi) 50 nombres, el nuevo libro escrito por Daniel Nesquens (uno de mis autores favoritos) que cuenta con ilustraciones de Alberto Gamón (uno de mis ilustradores favoritos también, todo sea dicho), publicado por la editorial Anaya.


Este delicioso librito contiene 50 textos inspirados (cada uno de ellos) en un nombre (Nicolás, Heidi, Ifigenia, Xenofonte, Daniel, Blas, Ciro...); siendo un nombre propio el punto de partida y utilizando diversas y muy variadas propuestas el autor cuenta historias, anécdotas, etimologías, semblanzas... algunas reales, otras ficticias, todas maravillosas. El nombre se convierte en un detonante creativo, en una chispa que hace prender la palabra, ya sea por la propia historia del nombre o de quienes lo utilizaron, ya sea por las historias alrededor de ese nombre, ya sea por su pura sonoridad o por los juegos que permite.
Al hilo de esta lectura quiero comentaros algo: entre 1995 y 1998 impartí algunos talleres de animación a la lectura en colegios, en muchos casos eran actividades extraescolares que se hacían regularmente con un mismo grupo, pero en otros no, eran actividades puntuales con grupos diferentes. Normalmente llevaba propuestas creativas para inventar historias y, debido a mi contumaz dificultad para recordar los nombres de los chavales, la primera actividad que hacía tenía que ver con los nombres de los chavales: jugaba con el origen y significado del nombre, contaba historias de personajes de cuentos o mitos o de personajes históricos que se llamaron de igual forma, jugaba con su sonido y sus posibilidades... Esta era la propuesta más difícil del taller porque era el punto de partida y casi todo recaía sobre mí (los juegos, los textos, las historias...), también era la más gratificante (especialmente cuando algún chaval se sentía feliz con lo que su nombre le había deparado). Entenderéis después de contaros esto que he leído con especial interés este libro de Nesquens y que no solo lo he disfrutado de lo lindo, sino que también me he quedado asombrado al intuir la compleja arquitectura que se esconde detrás de textos tan aparentemente sencillos: jugar 50 veces a contar historias de 50 nombres y tener la sensación de que lee uno 50 textos distintos es algo muy difícil (al menos a mí me resultaba muy difícil y yo tenía que jugar siempre con menos nombres); sentir que detrás de esos 50 textos no hay dos estructuras similares, ni tener la sensación de que haya historias que te hacen recordar otras historias... es algo como para quitarse el sombrero. Pero es que además, cada historia es brillante, burbujeante, hermosa, divertida, ágil... Un absoluto regalo.
Os recomiendo saborear este libro con calma, disfrutando de unos cuantos nombres en cada sentada, yo no lo he leído del tirón, he ido poco a poco para condurarlo y regalarme más días con su lectura.
Las ilustraciones de Gamón son hermosas (muy hermosas) y siempre esconden algún guiño con respecto a los textos y los nombres. Qué pareja, qué tándem estupendo Nesquens-Gamón.
Un libro que os recomiendo, una lectura que es una maravilla.
Saludos

PD: Para lectores de Nesquens la referencia del título (y del formato del libro) es bien clara, pero por si hay alguien que se acerca de nuevas a este autor aquí la tenéis: Hasta (casi) 100 bichos

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