En el país de los libros ilustrados existe la provincia de los Pop Up, esos libros que al ser abiertos despliegan una suerte de ingeniería de papel que escapa del propio libro. Desde la simple pestaña que debe ser abierta para mostrar algo escondido hasta la fantasía más extravagante, compleja, delicada o surrealista que uno pueda imaginar, todo cabe entre las dos páginas de un libro.
Los Pop Up suelen ser el postre mejor tras una deliciosa comida de lecturas (como bien sabía Angelines, la bibliotecaria de Camas que desarrolló la estrategia del Restaurante de la Lectura), son los libros regalo por excelencia y pueden ser también un premio que
refuerza la buena conducta y pone en valor al libro. Pienso por ejemplo en un buen libro Pop Up (El punto rojo, en Combel) que una profesora guarde como oro en paño en el aula, a la vista de los alumnos pero inalcanzable para ellos (una balda alta cerca de su mesa sería suficiente) y que como premio a un niño o niña que lo merezca le deje un ratito uno de los libros inalcanzables. Todos podrán ver la sorpresa apareciendo hoja tras hoja, pero sólo el premiado, la premiada, podrá tocarlo, pasar sus hojas, hacer que de su deseo brote la magia.
Hasta ahora para gente como yo los Pop Up eran un mundo inaccesible, realmente de alquimistas, un mundo en el que había magos como Jan Pienkowski, Kees Moerbeek, David A. Carter...
Pero hace poco salió a la venta un libro estupendo para degustadores del Pop Up, se trata de Los elementos del Pop-Up, de David A. Carter y James Diaz, en la editorial Combel. Un libro que nos muestra desde la historia del Pop Up hasta las técnicas de esta ingeniería de papel, un libro que desvela muchos secretos y, sobre todo, un libro que puede ser una puerta para adentrarse en un mundo asombroso: ahora hacer libros Pop Up en casa, en clase, en la biblioteca, ya es posible.
Más información sobre el libro Pop Up aquí.
Saludos