El domingo estuve contando en Gallecs (Barcelona); es el tercer año consecutivo que voy a una de sus Firas para contar cuentos. Es una delicia este proyecto algo loco y muy hermoso que han soñado y puesto en pie allí: ferias en las que se promocionan los productos locales, pensadas para familias y gente interesada y en las que se cuidan hasta los detalles más pequeños. Y también ferias en las que los cuentos contados ocupan un espacio importante.
Es muy interesante esta relación que se establece allí entre el campo y sus productos (cuidados con mimo surco a surco) y la palabra dicha, aflora en aquel lugar la natural vinculación entre la tierra y los cuentos contados. Y eso que no es fácil contar en campo abierto y menos si al mismo tiempo se celebra una feria en la que hay puestos, tiendas y muchas otras actividades, sin embargo, como ya he dicho, allí se cuidan todos los detalles y se acomodan sin problemas los cuentos. Y de alguna manera la palabra recupera espacios que siempre fueron suyos: al cobijo de la arboleda, en un recodo junto a la tapia de una vieja iglesia, a la entrada de la antigua masía, al calor de la lumbre... Todo, insisto, hecho con mimo, con cuidado y bajo la supervisión de una querida amiga y narradora, Mon Mas.
Este año quisieron rizar el rizo y nos propusieron a varios narradores (
Noemí Caballer,
Yoshi y yo) que contáramos en carros tirados por mulas mientras hacían un breve recorrido por la zona. La propuesta, de inicio, parecía algo loca (e incluso uno podía imaginarse un montón de problemas: espacio reducido e incómodo, muchas distracciones contra el cuento, etc.). Sin embargo fue subir al carro y disfrutar de un viaje a favor del cuento desde el primer momento, ¿cómo fue esto? Creo que hay algunas cuestiones interesantes para reflexionar sobre ello.
En primer lugar el cuento precisa de alguien que quiera contarlo y de alguien que quiera escucharlo. Esa voluntad de escucha es imprescindible para que el cuento contado pueda ser, pues sólo esa voluntad de escucha permite que se cree (incluso en las condiciones más adversas) un espacio de intimidad entre contador y escuchador que habilite la palabra dicha. Y desde luego quienes subían a los carros sabían que iban a escuchar cuentos, es más, querían escucharlos.
El cuento contado se nutre del contexto, y el contexto en esta ocasión era bien especial: ¡estábamos dando un paseo en carro tirado por mulas! Sólo esto ya era motivo de alegría para los pequeños (y los mayores también), y esta alegría era una invitación al disfrute. Y los cuentos de esto saben mucho (de hacernos disfrutar, digo). El contexto era también una invitación al juego (hubo interacción entre los dos carros, por ejemplo, conversación con los muleros, bromas de un narrador a otro...).
Creo también que el hermoso paisaje, el día asoleado, etc., eran una invitación para el paseo y la palabra. Ah, y un detalle muy importante, los recorridos en carro duraban unos 15-20 minutos. No daba tiempo a hartarse de cuentos.
Una cuestión importante fue la selección de los cuentos. En mi caso en el primer viaje conté un par de cuentos bien distintos y me sirvió para decidir qué tipo de textos tenía que contar. En total, en los cinco viajes que hicimos conté: un cuento las cinco veces, otro cuento cuatro veces, otros dos tres veces y uno una sola vez. Ese que conté una sola vez lo conté al principio (junto con el que conté cinco veces), ambos me dieron la pauta del tipo de cuentos que debía contar: breves, que invitaran a participar, incluso con apoyo de ilustración para ayudar a fijar la atención.
Ocurrió además que mientras la gente estaba esperando hubo un grupo de narradores que echaron una mano y se pusieron a contar cuentos (Mon Mas,
Pep Durán,
Sherezade Bardají,
Martha Escudero,
Gonzalo Castellanos...). Este público que venía ya contado subía al carro con una disposición perfecta para escuchar cuentos (habían escuchado alguno para ir abriendo el apetito y el paseo en carro era un fin de fiesta de cuento estupendo para ellos). Así resultaba mucho más fácil contar.
Y tras los paseos en carro hubo una despedida con algunos cuentos más en el corazón de la Fira. La guinda del pastel.
Un día maravilloso que disfruté de lo lindo. Una fiesta.
Las fotos son de
Mariaje, Mon, Gonzalo y Alfonso. Gracias.
Saludos