Hace unas semanas que leí este libro (y recomendé en la SER) y hasta hoy no he tenido tiempo para escribir sobre él con algo de calma. Vamos con ello. Acabo de terminar de leer El abanico de seda, un libro escrito por Lisa See, traducido por Gemma Rovira Ortega y publicado por Salamandra. El libro me lo recomendó Vera.
El libro es una suerte de diario, o más bien, la revisión de la propia vida que la protagonista escribe en sus últimos años. A lo largo de sus páginas Lirio Blanco nos va desgranando sus días, llevándonos de la mano a la China del S. XIX, una sociedad compleja con unas costumbres y modos de vida muy estructurados, férreos en ocasiones. La protagonista nos habla sobre todo de su relación con Flor de Nieve, su laotong, una suerte de amiga íntima desde la infancia. El devenir de sus días (de la protagonista y de Flor de Nieve) es el eje central de la novela y, según avanzan las páginas, se va convirtiendo en una historia cada vez más emocionante, compleja, intensa, que además, en sus últimos capítulos, da un giro inesperado y explica el (verdadero) sentido del libro que Lirio Blanco está escribiendo.
El paseo en el tiempo es deslumbrante: las costumbres de la China del XIX, y especialmente el modo de vida de las mujeres (con su escritura propia, el nu shu), está contado de manera que, nada más abrir el libro nos transporta a ese momento y ese lugar. Con toda la belleza y la crudeza. En este sentido, la parte dedicada al vendado de los pies es increíble.
El libro me ha gustado mucho, he disfrutado a lo largo de toda su lectura y aunque venía sospechando que algo no funcionaba bien el giro de las últimas páginas (tras la muerte de Flor de Nieve) me pilló de sorpresa. Fue muy emocionante. Emocionante porque la narradora es capaz de llevarnos en todo momento por su vereda sin impedirnos ver a nuestro alrededor señales que muestran otros caminos, y nosotros, como lectores, no dejamos de reafirmarnos en la senda propuesta.
Además en este libro aparecen en muchas ocasiones referencias a los cuentos contados, aquí os dejo algunas:
"Comían, reían y recitaban cuentos de nu shu, como "El cuento de Sangu", que narra las peripecias de la hija de un hombre rico que permanece junto a su pobre esposo, soportando innumerables penurias, hasta que ambos son recompensados por su fidelidad convirtiéndose en mandarines; o "La carpa encantanda", en la que un pez se transforma en una hermosa doncella que se enamora de un funcionario de alto rango, pero acaba recuperando su forma original."(p. 52)
[Este párrafo es algo más largo pero merece la pena pues nos muestra cómo eran contados-cantados algunos cuentos de manera coral. Una absoluta delicia (aunque el cuento es brutal). También es muy revelador el párrafo final: del valor de los cuentos para entretener y enseñar.]
"Su cuento preferido era "La historia de la mujer que tenía tres hermanos". Las niñas no lo sabían entero y pidieron a mi madre que dirigiera las preguntas y respuestas, aunque ella había memorizado casi todo el texto. En cambio, suplicaron a mi tía que las guiara a lo largo del relato. Luna Hermosa y yo nos unimos a sus ruegos, porque el cuento -fascinante y verídico, trágico y cómico al mismo tiempo- era una buena manera de practicar los cantos relacionados con nuestra escritura secreta. (...)
-Érase una vez una mujer que tenía tres hermanos -comenzó mi tía-. Todos tenían esposa, pero ella no estaba casada. Pese a que era virtuosa y trabajadora, sus hermanos no querían ofrecer una dote. ¡Qué desgraciada se sentía! ¿Qué podía hacer?
Mi madre contestó:
-Está tan triste que sale al jardín y se ahorca en un árbol.
Luna Hermosa, mis dos hermanas, las hermanas de juramento y yo entonamos a coro:
-El hermano mayor recorre el jardín y finge no verla. El hermano mediano recorre el jardín y finge no ver que su hermana está muerta. El hermano pequeño la ve, rompe a llorar y se lleva el cadáver a casa.
Desde el otro lado de la habitación mi madre levantó la cabeza y me sorprendió observándola. Encontes sonrió, satisfecha quizá de que no me hubiera dejado ninguna palabra.
Mi tía continuó con la historia:
-Érase una vez una mujer que tenía tres hermanos. Cuando murió, nadie quiso ocuparse de su cadáver. Pese a que había sido virtuosa y trabajadora, sus hermanos no cuidaron de ella. ¡Qué crueldad! ¿Qué ocurrirá?
-La desatienden cuando está muerta igual que cuando estaba viva, hasta que su cadáver empieza a oler mal -dijo mi madre.
Una vez más, las niñas recitamos las frases que sabíamos de memoria:
-El hermano mayor da un trozo de tela para tapar su cadáver. El hermano mediano da dos trozos de tela. El hermano pequeño la envuelve con toda la ropa que encuentra para que no pase frío en el más allá.
-Érase una vez una mujer que tenía tres hermanos -prosiguió mi tía-. Ya está vestida para el más allá pero sus hermanos no quieren gastar dinero en un ataúd. Ella era virtuosa y trabajadora, pero sus hermanos son tacaños. ¡Qué injusticia! ¿Encontrará algún día descanso la mujer?
-Sola, completamente sola -entonó mi madre-, errará convertida en fantasma. (...)
-El hermano mayor dice: No hace falta que la enterremos en un ataúd. Ya está bien como está. El hermano mediano dice: Podríamos enterrarla en esa caja vieja que hay en el cobertizo. El hermano menor dice: Este es todo el dinero que tengo. Con él compraré un ataúd.
Cuando nos acercamos al final el ritmo de la historia cambió. Mi tía cantó:
-Érase una vez una mujer que tenía tres hermanos. Esto es lo que han hecho, pero ¿qué será de la hermana ahora? El hermano mayor es malo; el hermano mediano, cruel; pero el amor podría prender en el hermano menor.
Las hermanas de juramento dejaron que Luna Hermosa y yo termináramos el cuento:
-El hermano mayor dice: Enterrémosla aquí, junto al camino de los carabaos. (Donde la pisotearían eternamente.) El hermano mediano dice: Enterrémosla bajo el puente. (Donde el agua se la llevaría.) El hermano menor, el único que tiene buen corazón, dice: La enterraremos detrás de la casa para que todos la recuerden. Al final la hermana, que había tenido una vida desgraciada, halló gran felicidad en el más allá.
Me encantaba esta historia. Era divertida recitarla con mi madre y las demás, pero después de la muerte de mi abuela y mi hermana entendía mejor los mensajes que encerraba. El relato me enseñaba que una muchacha -o una mujer- podía tener un valor diferente para cada persona. También ofrecía instrucciones prácticas sobre cómo atender a los difuntos. (...)" (pp. 52-54)
[En esta ocasión una única narradora cuenta un cuento:]
"Una tarde, mientras yo bordaba el cinturón con que me ceñiría el traje de boda, la señora Wang vino a distraernos con "La historia de la esposa Wang" (...) Cuando la señora Wang vio que todas estábamos esperando, removió el trasero sobre el taburete para ponerse cómoda y empezó su relato. (...) En los últimos años la señora Wang había engordado mucho, y por eso tanto sus relatos como sus movimientos eran más lentos. (...)
Pensé que la señora Wang había contado esa historia para hablarme de mi futuro." (pp. 127-28)
[Cuentos para ahuyentar el miedo:]
"Pese a lo cansados que estábamos, teníamos tanto miedo que no podíamos dormir; ni siquiera nos atrevíamos a cerrar los ojos. Y teníamos hambre y sed. En el pequeño corro alrededor de la hoguera, las mujeres aliviaron nuestros temores cantando una historia." (p. 238)
[De las enseñanzas de los cuentos:]
"Lo que sucedió me recordaba a la fábula que mi tía solía cantar acerca de la muchacha que tenía tres hermanos. Ahora comprendo que nos enseñaban esas canciones y esos cuentos no sólo para que aprendiéramos cómo debíamos comportarnos, sino también porque íbamos a vivir versiones parecidas de esas historias una y otra vez a lo largo de la vida." (p.296)
En suma, una lectura muy entretenida. Un libro estupendo que os recomiendo.
Saludos
Gracias Pep por compartir esa historia que por tus palabras se adivina hermosa. Y en la que además se cuentan historias y se habla de su sentido.
ResponderEliminarABRAZO-----ROBERTO