En estos días he terminado de leer Diarios de las estrellas, de Stanislaw Lem, traducido por Jadwiga Mauricio y publicado por Alianza editorial (en edición de bolsillo mi ejemplar). El libro, una vez más, llegó a mis manos tras la recomendación de una estupenda lectora, gran escritora y mejor amiga: Paula Carballeira. Insisto en que lo que nos hace buenos es la buena gente que nos rodea, en este sentido no dejo de sentirme afortunado.
Este libro recoge crónicas de los viajes y memorias de Ijon Tichy, un viajero del espacio (en una época futura) que vive unas aventuras insólitas, divertidas y muy jugosas. Si bien este libro es considerado del género de la ciencia ficción encasillarlo ahí creo que resulta algo pobre: sí, es ciencia ficción, pero es también un libro lleno de reflexiones y filosofía, un libro de humor, un libro de cuentos estupendos para leer y contar y un libro lleno de ingenio: sí, este Diarios de las estrellas es muchas cosas, muchas. Y todas ellas llevadas a buen fin.
Hay momentos en los que este libro me ha recordado a Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift (la edición que yo he leído es la de Alianza, de bolsillo, en la ¡biblioteca juvenil!), por esa intencionalidad de ponernos frente a sociedades diversas con problemas que son reflejo también de nuestros días.
Pero este libro es mucho más burbujeante, más divertido y, según pienso, también es más rico en sus reflexiones y en sus situaciones (por cierto, el de Swift se cita en algún momento en el de Lem).
He disfrutado de esta lectura, me he ido de viaje con el protagonista en muchos de sus cuentos y, una vez de vuelta a casa, los he compartido con mis hijos (¡y nos hemos echado unas buenas risas!); de hecho algunas de sus palabras (gran traducción la de Jadwiga Mauricio) se han incorporado a nuestro argot familiar (¡vamos, viscosones!).
Como sucede con muchos libros de cuentos (o de este género de viaje-por-capítulo), algunos me han gustado más que otros, e incluso hay uno que me ha resultado pesado, todo sea dicho (si no recuerdo mal el viaje vigésimo primero), por su intención de ahondar en reflexiones filosófico-religiosas. Pero el tono general del libro es estupendo y tiene algunos cuentos brillantísimos (viajes y memorias), con situaciones insólitas e hilarantes, con aventuras geniales, con un humor a veces absurdo y otras veces muy fino.
En suma, una lectura maravillosa, ingeniosa, estupenda, que he disfrutado de lo lindo. He sentido algo de pena al terminar la última página aunque pronto espero cruzarme con otro libro de este autor.
Totalmente recomendable.
Saludos
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