Acabo de terminar de leer un libro insólito, se titula La pulga de acero, de Nikolái Leskov, traducido por Sara Gutiérrez, con una estupenda introducción de Care Santos y con ilustraciones de Javier Herrero. Lo edita Impedimenta. Y es uno de los Libros de Resistencia.
La pulga de acero es una novela breve, o un relato largo; en fin, un cuento muy potente, escrito (y traducido) de una manera peculiar, con mucho sabor a cuento tradicional (mucho sabor pero gracias al magisterio del escritor) y lleno de detalles brillantes, diálogos afilados, situaciones humorísticas y personajes deslumbrantes.
La historia es bastante sencilla: el zar ruso en su visita a Inglaterra recibe como regalo una pequeña pulga de acero, un juguete hecho por los artesanos ingleses, y a su vuelta a Rusia quiere saber si los artesanos rusos son capaces de igualar o mejorar tal artificio.
Partiendo de esta trama (aparentemente simple) hay una sucesión de secuencias (casi cinematográficas), con unos pocos (y contundentes) personajes capaces de levantar el andamiaje de este cuento y multiplicar sus planos posibles de interpretación.
No conocía a este autor ruso del S. XIX, pero puedo aseguraros que no lo voy a olvidar. El librito tiene una potencia, una capacidad para atrapar al lector y habitarlo, que te deja anonadado. En algún momento de la lectura he recordado otro librito breve maravilloso, La leyenda del Santo Bebedor, que ya he comentado aquí. En los dos libros unos pocos personajes (muy queridos por el autor, como tan acertadamente señala Care Santos) son capaces de hacer crecer una pequeña historia hasta convertirla en una fábula que trasciende lo local, lo anecdótico, para ser metáfora y búsqueda y reflexión y pregunta sobre la esencia del ser humano.
Una lectura completamente recomendable.
Saludos
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